viernes, 19 de noviembre de 2010

Sobre LAS PRIMAS o LA VOZ DE YUNA


El jueves fui a ver LAS PRIMAS o LA VOZ DE YUNA, adaptación de Marcela Ferradás y Román Podolsky de la novela “Las primas”, de Aurora Venturini, al Teatro Nacional Cervantes (Av Córdoba 1155; tel: 4815-8883)

Veo una voz
El notable escritor y psiquiatra Oliver Sacks titula así su libro sobre la ignota, bella y digna de defensa Lengua de Señas de los sordos. La frase está quizás inspirada en un poema y trata de lo imposible y de lo humano. La voz, la palabra, eso que es una novela, transformada en un lenguaje de tres dimensiones. Lo imposible para los sordos pre-lingüísticos –los niños que nacieron sin audición o la perdieron mucho antes de adquirir el lenguaje oral- es vivir sin una lengua. La lengua de señas deviene, si se los pone en contacto con ella, su cultura, su devenir humano. Citando a un precursor de la defensa de estas lenguas, “los que no la entienden no pueden comprender las posiblidades que proporciona a los sordos, el poderoso influjo que ejerce en la felicidad social y moral de las presonas privadas de audición, ni su capacidad asombrosa para transmitir el pensamiento a inteligencias que sin él se hallarían en una oscuridad perpetua. Tampoco pueden apreciar la importancia que tiene para los sordos. Mientras haya dos personas sordas en la superficie del planeta y se encuentren, se usarán señas” (J. Schuyler Long, The Sign Language, 1910).

La novela (toda novela, quizás esta más que otras) de Aurora Venturini es, profundamente, la creación –el encuentro- de una voz. En este caso es la voz de Yuna, la “minusválida re-educada”, la artista plástica que recuerda y enuncia, pura palabra, pura voz, extrañamente pronunciada, humanamente constituida. Román Podolsky y Marcela Ferradás ofrecen, con preciso arte, tal vez la misma metáfora de aquel poema sobre lo imposible y lo humano: ver esa voz.

Síntesis argumental
Una destacada artista plástica, en ocasión de recibir un premio, agradece y recuerda, reflexiva y confidente, los hitos de su cruel historia familiar. La deformidad, en todos los aspectos, es una poética de la forma.

Muy Ferrari, muy Podolsky
Uno entra a la Orestes Caviglia y ve la escenografía recta y pura, el claroscuro armónico en el piso, el color pleno, y dice “muy Ferrari” (maestro escenógrafo). Uno ve la apertura-marco de una casa/caja, duplicada, y dice “muy Podolsky” (maestro de aperturas y cajas cuadradas, chinas, que contienen el corazón y la razón de las criaturas más “podolsky”, las ventanucas de Harina, la caja dentro de otra caja en Aureliano). Y de las geométricas entrañas sale una mujer, que entona…

Deformidades
La minusvalía, la deformidad y el arte plástico son tema, aunque fueron forma. La particular humanidad de la voz de Yuna (trabajada con maestría por Ferradás) proviene de una dificultad de articulación, una dificultad patológica, clínica, que a poco de avanzar se descubre mítica: una familia (más específicamente, un vientre materno) que no produce otra cosa que minusválidos y deformes. La sencilla crueldad, casi fría (“casi”, porque los ojos de Ferradás ofrecen casi siempre ese límite que toca la boca del estómago), es contundente. La línea recta Ferrari (aquella de Rey Lear), el plano de color, la mancha monocromática del piso y del vestido de Yuna, acentúan el dolor. Yuna habla de dolores y vivencias convertidas en telas plásticas que no vemos. Lo que vemos es el terrible y a la vez humorístico comentario de la puesta.

Los otros, los terribles
Todos los otros son Yuna. Ella, voz múltiple de la novela, los convoca expandidos en los dos varones de César Bordón y las cuatro mujeres de Laura Ortigoza que, muy expresivamente, son individuo y genealogía, y son multitud (notable trabajo actoral del detalle, el cambio, la expresividad). Todo, excepto la voz de Yuna, es terrible: cruel, criminal, violento, deforme, prohibido, reprimido, fatal. En breve y sincera enumeración (los que no la hayan visto pueden saltearse esta oración), la obra no se priva de maltrato, engaño, corrupción, tortura, violación, asesinato. Y sin embargo, la voz de Yuna. Es la voz de Yuna. Es la poética voz de Yuna. Es el modo en que una voz puede “transmitir el pensamiento a inteligencias que sin él se hallarían en una oscuridad perpetua”. Es la tesis sobre lo humano que proviene de lo terrible. El modo de contar un tema que fue forma, una forma que deviene tema.

La voz, como las telas, como el arte, como una seña entre dos sordos, comunica, redime, constituye.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Sobre ABSENTHA, de Alejandro Acobino

El domingo fui a ver ABSENTHA, de Alejandro Acobino por el Grupo La Fronda al Teatro Del Abasto, Humahuaca 3549 (4865-0014)

Inversión
Voy a operar distinto, porque es mi tercer “Acobino” en este blog y ya es fama que cualquier cosa que haga me gusta (al menos un poco). La notable Rodando fue tantas veces ponderada por mí que la apología vuelve a mostrar su efecto paradójico: el texto se torna ilegible, lo cual no contradice en nada mi admiración. De la otra “Acobino” escribí menos, y critiqué más. Ahora, Absentha. Vamos directamente a lo que no me gusta ni me parece, y liquidamos el tema. Luego, me rindo a sus pies.

La curva
Amigo Acobino, la “curva” no está bien. La totalidad del relato utiliza procedimientos clásicos: la cíclica, intermitente reunión de taller, que instituye un ritmo y un crecimiento, por un lado. Y por el otro, la activación irrefrenable del elemento autodestructivo, que es como una ola. Ambas estructuras suelen combinarse. Las primeras dos o tres escenas instauran hacia atrás y hacia delante las continuidades, los factores de tensión y el leve crecimiento que desembocará, en la escena de inflexión, en un “redoblar la apuesta”, en el punto de no retorno. Todos los factores que estallarán se encuentran presentes en esta antesala, que sirve para el disfrute, el descubrimiento y el goce del borde de la comedia. Desde el punto de inflexión en adelante, los acontecimientos no frenan hasta la explosión/implosión decisiva. Luego, el retorno irreductible al miserable equilibrio, en algunas obras; o el silencio, en otras. Mi primera obra –La pecera (click aquí)- tiene la misma estructura y lidia, con mayor o menor satisfacción, con el mismo problema. Y el problema está en la precaria estabilidad a partir del estallido. Vamos a la síntesis argumental para enfocarlo.

Síntesis argumental
Los mediocres participantes de un taller “masculino” de poesía siguen al amado y a la vez odiado coordinador hacia una destructiva y beoda campaña que atenta, vanguardia radical y ciega, contra las bases mismas de la poesía de taller.

Invectivas
El taller es estable y decadente. De pronto, el taller se recalienta y muestra sus garras hacia adentro. En el punto de autocompasión, Acobino/Coordinador redobla la apuesta y decide ir contra el mundo. Esa energía genera una acción contra todos. Creo que allí el modo narrativo de grandes elipsis (cuento una escena-conscuencia de corto plazo, y luego una gran consecuecia de largo plazo) no parece pertenecer a la misma obra que se deleitó en la primera media hora con el detalle, terrible y lujoso (con la hazaña) de poetizar poemitas espantosos. Más de la mitad de la obra fluye mansa en los vericuetos de la palabra y el gesto, y la misma obra del detalle se hace trazo grueso para terminar. Le falta media hora, creo, muchachos. ¿Por qué nos apresuramos a terminar? A riesgo de aburrir. ¿Por qué siempre tenemos que durar una hora y veinte?[1]

Apología
Acobino, sólo usted puede poetizar la vergüenza ajena.

Hazaña
Acobino, sólo usted puede poetizar la vergüenza ajena.

Vergüenza les debería dar

Acobino, sólo usted puede poetizar la vergüenza ajena. Y lo digo yo, que coordino talleres de dramaturgia.

Lo bueno, si abundante, muy bueno
La idea metapoética, metateatral (es idea de Rodolfo Demarco, tampoco hay que aacobinizar lo inaacobinizable) de un taller literario decadente bajo una autopista “cacciatore” que recorre en feroz parodia todos los lugares comunes, incluyendo el lugar maldito, es una idea atractiva. La perfección con que el texto y la dirección y la actuación la ofrecen es inobjetable. Cada detalle, en la “parte buena” de la obra (que es cuando se detiene y observa, incluso en el apresuramiento final) está llena de hallazgos.


Los poemas son horrendamente divertidos. Los sifones de almejas de mar de ajó, evocadores. Las invectivas cucurtianas, imperdibles. El poema maldito sobre la abanderada de los trabajadores, inolvidable. La constante beodez del líder, la terrible mística de los poetas que trasciende la berretada, el ACV, la seudonimia, los actores…

Diálogo homenaje
No me queda otra que recomendar esto. Mi homenaje al Acobino, de quien guardo algún que otro secreto que prometo, si me gusta otra obra de él, develar, va aquí, en este chat real.

[lunes posterior a mi visita al teatro, Aacobino –alejandro- me “pesca” en el messenger]

Aaco: Saludo solamente... ¿Así que le gustó?

Ignacio: sí, usté es el coordinador del taller.

Aaco: Le juro que no.

Ignacio: no lo puede negar. lo lamento.

Aaco: Ahora nadie va a querer hacer taller conmigooooo... Los poemas estaban lindos, ¿no?

Ignacio: ¿por qué no? taller guerrilla chupando ajenjolí y comiendo chori.

Aaco: ¿Precisa el texto? ¿O los puemas?

Ignacio: no, sólo la explicación de las chimeneas de las almejas de mar de ajó. c'est tout

Aaco: LAs almejas cuando se entierran sacan como un tubito llamado sifón. Cuando se entierran en la arena..

Ignacio: para qué sirve.

Aaco: A orillas del mar. Por ahí respiran... La técnica de "caza" es encontrar los agujeritos de los sifones... Sale como una burbujita... Están bien a la orilla... O sea en la parte mojada de la arena. Típicamente uno veía los tanos sacando baldes... Uno las ponía en baldes con agua de mar... Las almejas vivas. Y las llevaba a la casa...

Ignacio: ¿qué respiran las almejas? ¿agua?

Aaco: Aire. No son peces.

Ignacio: para mí que respiran agua.

Aaco: Aire no disuelto.

Ignacio: qué quiere que le diga si no, ¿por qué / cómo las llevás vivas en un balde de agua de mar?

Aaco: Muy poético pero no, porque cuando uno las llevaba a su casa uno veía los sifones de las almejas que, cual periscopios respiratorios, asomábanse en busca de aire común, el mismo que el humano respira. Uno luego las metía en agua hirviendo. El sifón se contraía

Ignacio: las almejas de santa teresita no se comportaban así; habrá sido para engañar a los tanos del tuyú

Aaco: En Santa había berberechos. Otra historia. Aunque más ricos... Hoy no queda nada. Han depredado con excavadoras

Ignacio: no hay tanos. Los han depredado, es cierto.

Ignacio: adiós mediomundos

Aaco: Se lastraron a las almejas y a los tanos.

Ignacio: y cornalitos

Aaco: Son como el dronte de isla Mauricio o el Tylacino de Tasmania

Ignacio: nostalgia abundante

Aaco: Pero no fueron los tanos... Fueron los descendientes. No merecen la ciudadanía europea

Ignacio: no la merecen, es cierto. que se vayan (todos) con una mano atrás y otra adelante. lo dejo, acobino.

Aaco: Abrazo. Y ya sabe, con fideos las almejas... O en conserva. Pero el sifón, una vez hervidas, desaparece.


[1] Las condiciones de producción de nuestro teatro alternativo tienen estos encantos. Muchas veces las obras no pueden durar más de una hora y veinte porque: a) viene el otro elenco, b) las sillas de plástico se doblan, c) los actores se van a actuar la otra obra a las 23.30… ¡Pongámosle coto!