miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sobre EL MAL RECIBIDO, de Ignacio Apolo



El próximo jueves 29 de noviembre iniciaremos una sesión de 5 funciones especiales de mi nueva obra, EL MAL RECIBIDO, desarrollada con el grupo de actores de  Rosa Mística.
 Teatro Machado (Antonio Machado 617, 4982-4922) Funciones: jue 29 nov a las 21, sáb 1 dic 22.30hs, jue 6 dic 21 hs, vie 7 dic 21 hs y sáb 8 dic 22.30 hs

Lo imperfecto, lo impuro
¿En qué consiste un “relato” para la percepción contemporánea? ¿Cómo construimos una sensación de saber qué está pasando? ¿Cómo sabemos qué sucedió? ¿Cuándo? ¿Dónde? Y, muy arriesgadamente… ¿por qué?

Un hombre corre en una cinta sin fin de un gimnasio, escuchando 27 temas distintos en su I-pod, mientras lee los “zócalos” contradictorios de tres distintas señales de televisión en tres LED TVs encendidos en simultáneo, con noticias de una toma de rehenes, del loco festejo de un jugador de fútbol y la cotización dramática del euro. Como eco lejano, la música de la clase de Just Pump interfiere con su marcha los graves del tímpano del corredor, que mira chicas por el espejo y lee folletería de masajes desplegada en la pared. Al terminar su sesión, pasará por un kiosko donde de reojo verá los titulares de Clarín, La Nación, Página 12, Tiempo Argentino, Olé y las tapas de Barcelona, Gente y Hola, mientras habla por celular y se ríe solitario del hashtag que gana la pulseada del día en Twitter.
El corredor articula todo esto como un solo relato.
Esta es la percepción contemporánea.
Y esta es la obra.
Lo imperfecto, Lo impuro.
Ese corredor no es un personaje representado. Es, sencillamente, el espectador.

Síntesis Argumental 
El Mal Recibido tiene, al menos, cuatro tramas, todas ellas adulteradas –y por ello (por su impureza), realistas-.
Un hombre vuelve al país desde su auto-exilio, convencido de que la fe en Dios y el amor salvarán al mundo, mientras cocinando confiesa haber intentado asesinar a su abuela en defensa propia y de su hermano. Leónidas cambia su identidad para no asumir la culpa de un accidente en el cual, durante una inundación, fuera arrastrada su camioneta con sus compañeros dentro. Y el perro. Sandra, la empleada del delegado de la intendencia de un muy pequeño pueblo rural de la pampa argentina, cree descubrir una trama secreta de femicidio en un accidente de autos. Un joven ve a su madre padecer un lento cáncer, miestras su padre hace negocios en su empresa de materiales ignífugos.

El error que produce sentido
A fines del año pasado, el grupo fue invitado a Tucumán a hacer una función de “Rosa Mística”, sabiendo de antemano que una de las actrices sería reemplazada allá por una acriz local, a quien le dimos el texto de antemano y con quien pautamos ensayos previos a la función. Pero un día antes del viaje, el co-protagonista en Buenos Aires anunció que no podía viajar…
Tras fuertes deliberaciones, el grupo viajó igual. La actriz tucumana que haría un reemplazo, pensando que el grupo no se presentaría, no había estudiado su parte y, como era miembro de la organización del festival, no tenía horarios a disposición para estudiar ni ensayar. Y el grupo, además, no tenía al protagonista; tenía solo un video de una función del FIBA, grabado con muchos problemas de sonido. Y la firme y política voluntad de presentar la obra.

Mística Tucumana
La mítica función tucumana de Rosa Mística empezó 45 minutos más tarde, tras una jornada de 9 hs de preparación de emergencia, en una ciudad que ardía a 40ºC. La obra comenzó en simultáneo con la proyección de una función anterior en una enorme pantalla al fondo del escenario. Todo en “sincro” con los actores en vivo, pero sin el protagonista –a quien sí se podía ver en la proyección-. En lugar del protagonista, yo, el director, leía sus parlamentos y en colaboración con los demás actores, acomodábamos y sugeríamos movimientos a la actriz tucumana que actuaba, libreto en mano, también su papel.
El resultado fue potentísimo. La obra “en vivo” se adelantaba y se retrasaba respecto de la pantalla que proyectaba la misma historia y los mismos textos. Desde el escenario, la presencia del director indicaba que la historia era teatral, y sus vacíos eran temáticos. La escena de la violencia del protagonista ausente sobre Rosa, mientras yo quebraba una madera a golpes de hierro quedará, inolvidable, en mi experiencia teatral.
De esa experiencia formal, de ese modo de narrar en escena algo más sincero y real que la convención, partió el trabajo para esta nueva obra que a partir de la semana que viene ofrecemos en 5 funciones al público: El Mal Recibido
El año que viene haremos funciones regulares con día fijo. Pero quiero compartir este nacimiento con todos ustedes.

Gracias a Machado, que me ha dado tanto…
El grupo dispone de la Sala Machado para la indagación, uso y estreno de su producción. La idea fue potenciar este espacio, de características atípicas, para aprovechar al máximo sus recursos: indagar en acciones que borran los límites de la escena y entrelazan el plano de la ficción con la realidad del público concreto.
Las historias suceden en un espacio/tiempo simultáneo. Se cruzan, se confunden y un personaje ya no es el mismo en la historia del otro. Los espacios se vinculan, las palabras y las cosas transmutan su sentido de una historia a la otra, construyendo en la causalidad mágica (literaria, teatral) un universo coherente.
El Mal Recibido es una indagación sobre la reiteración y la "rima" adulterada, el infinito fractal de palabras del océano de lo inconsciente. El éxito de la cena.
Espero que sea de su agrado.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Sobre el 8N



El 8 de noviembre de 2012, entre la madrugada y las 10.15 hs, Clarín On Line titula "La oposición convocó a la marcha, pero no participará. Los dirigentes no participarán, para no quitarles legitimidad”. A las 10.20, este titular fue retirado.


This Thing of darkenesse, I Acknowledge mine
The Tempest, William Shakespeare

Yo no voy al 8N, obviamente. De hecho, transito estas fechas “marketineras”, que parecen haber perdido de modo vergonzante las palabras que (las) sustentan, en un estado expectante de consciencia, concentrado en ver la representación detrás de la representación.  Como un espectador barroco.
Imagino ahora a la mañana, con fragmentos de recuerdos del último septiembre, caceroleros en las esquinas, autos bocinando y una manifestación en Plaza de Mayo, todos mucho más advertidos en las redes de “no hablar, no declarar ante la prensa” –acentuando desde adentro la línea editorial de los canales que no les pusieron audio a sus coberturas de la última vez, para no exhibir tanta violencia verbal-.

Y esas imágenes no me interpelan en forma directa. Yo voté a Néstor en 2003, y a Cristina en 2007 y 2011; no obstante, no me siento interpelado en forma directa por la protesta. Porque entre los que protestan y yo, con total claridad, están los dirigentes de la oposición. 

Acabo de leer, mucho mejor expresada de lo que podría expresarla yo, la paradoja de la representación política en un artículo de Bruno Bimbi. Cito: 

“Macri dice que se siente representado como ciudadano por el #8N y yo me imagino a un cientista político quemando sus libros. ¡Es la oposición la que debería tratar de representar a esa gente, o mejor, a cada uno de los segmentos ideológicos que la componen y precisan de representaciones políticas distintas, y no esa masa amorfa la que debe representar a los dirigentes opositores que comentan el país por Twitter!”

Y entonces, como el Neo del final de The Matrix mirando a los agentes convertidos en secuencias codificadas de información, veo las señoras, los señores, los chicos y las chicas protestando y los siento huérfanos. ¿A quién le hablan? ¿A Cristina? ¿A la tele, que no les quiere poner micrófono? ¿A sus propios políticos? Y confirmo algo: la solidez del 54% no se enfrenta a un 46, pues no hay un sí y un no. Hay diversidad de sujetos. Realmente. El 46 es solo una operación de marketing de la mátrix.

Las cifras fueron (son; pues de esto hace un año, no una década):
Cristina casi 54%
Binner, casi un 17%
Alfonsín, un poco más del 11%
Rodriguez Saa, casi un 8%
Duhalde, cerca del 6%
Altamira, un poco más del 2%
y la convocante, hiper mediática Lilita, menos del 2%.

Entonces. Yo fui y soy parte del 54%. Pero el que votó a Binner no es parte de un 46, sino de un 17%.  La relación real, material, serena, es  54 a 17. Es 54 a 11. Es 54 a 8. Es 54 a 6. Es 54 y 2.

Dirán: “Ignacio, soy parte del 46% que no la votó a Cristina”. Muy bien, pero entonces, yo soy parte del 83% que no votó a Binner (tu candidato). O del 89% que no lo votó a Alfonsín (el tuyo). Del 98%, por supuesto, que no la votó a Carrió (la tuya). La relación es 83 a 17. 89 a 11. 94 a 6…etc.

No obstante, estamos juntos.

No son extraterrestres. No son asesinos, fachos, golpistas, gorilas, angry birds. En todo caso, son la sombra gorila, facha e irritada que proyecto yo mismo, en tanto comunidad. Convivo con ellos. Muchos son mis compañeros de colegio, de trabajo, mis vecinos, mis alumnos. Resisto con compasión, e intentando comprender, al enfrentamiento “a muerte” que disciplinó a nuestra sociedad desde sus masacres. No estoy enfrentado a muerte con ellos.

Yo no voy al 8N. Pero no me gusta que no estén representados. No veo con buenos ojos que sus dirigentes no se pongan al frente –como titula Clarín on line ahora, con total e impoluta franqueza, no sin cierto dejo de resignación irónica: “la oposición convocó a la marcha, pero no participará –y agrega, “los dirigentes no participarán, para no quitarles legitimidad”-.

Me apena la orfandad.
Tengo piedad por la cacerola angustiada e irritada del crepúsculo que se acerca.

Me gustaría tanto que sus líderes se presenten, que asuman la representación. Aunque sean el 11, aunque sean el 8, aunque sean el 2. No es bueno para nuestro país y su historia que tanta gente no pueda ser representada por partidos políticos y dirigentes. Sería bueno que tuvieran líderes. Que no todo se siguiera dirimiendo en el seno de nuestro 54%, que al fin y al cabo, tan solo como vienen estando, en lugar de iluminar el cielo con los destellos del debate, es condenado a proyectar su propia sombra.

Traduzco (chapucera, literalmente) el final de La Tempestad. El 8N existe, sin representantes. Dice “esa cosa de oscuridad, la reconozco mía”.

jueves, 18 de octubre de 2012

Sobre TODO VERDE, de Santiago Loza



El jueves 11 fui a ver TODO VERDE, de Santiago Loza, a El Elefante Club de Teatro (Guarda
Vieja 4257 - 4861-2136). Jueves 21 hs 

El silencio universal
Inolvidablemente, el gran Mijail Mijailovich Bajtín sentenció: “nadie es Adán”. Es decir: nadie es convocado por Dios, por primera vez en la noche de los tiempos (y en súbita e insólita edad adulta), para ponerle nombre a las cosas. El jardín del Edén ya ha sido nominado. Nadie nombra por primera vez nada con palabras propias. Nadie rompe el silencio universal. El lenguaje nos pre-existe y las voces que nos habitan provienen de otros: de otros cuerpos, de otras psiques -en el sentido mental pero también en el sentido griego de otras “almas”-.

Nuestras voces vienen de otros cuerpos y de otros tiempos. Los discursos del otro nos forman y nos pre-existen. El enorme discurso materno, del que tan incisivamente habla mi amiga Gutman en sus libros, es, dicho de otro modo, aquel discurso ajeno que aún me forma, disolviéndome y reiterando. Reiterando. Reiterando. El “yo” que formulan esas palabras es un engaño. Porque yo soy yo sin saberlo, y aquel yo que creo ser y conocer es otro. Es otros. 

En las grietas de ese sólido no-saber ciego se filtra la luz. Se filtra el amor. Se filtra el dolor. Se filtra algo que puede ser. Que está a punto de ser. Que aún está desamparado.

Una notable actriz en el espacio vacío, apenas habitado por la luz filtrada de una ventana, una silla y un vestido, encarna las voces y las grietas de un discurso que, en el breve lapso de esta dulce obra, constituye una pasión. 

Síntesis Argumental
Una repostera de un pequeño pueblo recuerda y, poniendo palabras a sus recuerdos, revive la historia de su vínculo con una forastera. De lo vivido quedan las voces ajenas, ríspidas, sensibles. En tono verde, como un loro.

El símbolo
De la presencia física de Claudia, la forastera, sólo queda el recuerdo encarnado por la repostera que habla. Y la voz de un loro, pajarraco insultante que se escucha cada tanto. El loro es símbolo común de la abundancia, del parloteo: “habla como un loro”. Es, también, el símbolo de la palabra vaciada de autoconsciencia pero no de efectividad. El loro habla explícitamente con voces de otro. Dice malas palabras, insulta y hiere. Pero sus palabras no son suyas. Son el reiterado e inconsciente eco de aquella otra voz que se las dio. Y las repite. 

Como nosotros. 

El efecto sobre lo real
Dice Elsa Drucaroff: “la palabra es un hecho material con efecto sobre lo real”. La palabra no necesita ser propia para ser eficaz. No necesito crearla para causar con ella, por ella, en ella, un efecto real. Solo necesito encarnarla. Brevemente. Me bastaría decir “andate, yegua” para que las palabras de otro se activen en mí; para ubicarme, a través de su acento, en la vereda de enfrente. No lo diré. El lenguaje es la arena del combate, político, social, exhibido en estas épocas como nunca  en las últimas décadas. 

Pero el lenguaje es, también, la arena de un combate más arcaico, que me habita todo el tiempo. Que es también social, porque se articula en el parentesco, en el patriarcado, en la antigua tribu familiar, en el desgarro de infancia. El lenguaje es la pluralidad que me habita. Son sus voces. 

Y lo notablemente bello del texto de Santiago Loza, de la dirección de Pablo Seijo y, por sobre todas las cosas, de la actuación de María Inés Sancerni, es la perfectamente articulada distinción y encarnación de cada una de las voces. 

En la leve inflexión, en el cambio de tono, en el repiqueteo de una frase, el cambio de ritmo, la acentuación de una palabra, se abre una grieta por la que erupciona vida. 

Y muerte. 

Todo blanco, todo verde
Dice la protagonista, solo en un solo momento, que vio todo blanco. Es el momento del silencio. La blanca muerte igualadora. Pero no es la muerte en el relato ficcional que encarna. Es un momento de pureza y silencio, más parecido al nirvana. Las voces regresan, la siguen habitando. Matar al loro es matar su eco. Pero esto no sucede. Porque todo es verde. 

Hay otro momento sin palabra, que es la pura contemplación del amor. El ser amado duerme. El amante mira. El amor es sin palabra, mientras sucede. Como los sueños. Al decirlos, cristalizan, y se tornan relato.

Represión
La represión sexual, que no está tematizada sino erizada en palabras, provoca emoción y palabra. Provoca tensión dramática. No puede ser dicho por el cuerpo del personaje ni por sus palabras, pero está en allí, y de esa tensa presencia, surge la actuación y la obra. No sublima, no deriva: brota y se hace presente.

Harina de otro costal
Todo verde me hizo recordar, por su sencillez, por la virtuosidad de su intérprete, por tratarse de un sensible monólogo femenino, a la notable Harina, de Podoslky y Tejeda, tantas veces citada en este blog (para leer su reseña, click aquí). Durante casi todo el transcurso del ritual, abrevan de la misma fuente de sensibilidad: el recuerdo, la soledad, la llamada inocente de las musas. Hacia el final, no obstante, Todo verde deriva hacia el thriller, y su corazón se vuelve delator. Se vuelca hacia otro paradigma. No me llevo bien con ese giro. Creo que aquello que era enormemente dramático, y que hablaba de mí a través de la boca de una mujer que añoraba a otra, y de un loro que la insultaba, deja de hablar de mí para tejer una trama. Todo Verde condesciende al crimen -que, por supuesto, siempre paga-. Pero habíamos apostado al delicado matiz de la ausencia y de la soledad que nos habita a todos los amantes ante el amado inaccesible. 

El fuerte color de la sangre absorbe esos matices. Y les da una explicación que nos aleja: eso le pasó sólo a ella. Nosotros quedamos a salvo.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Sobre AVIONES ENTERRADOS EN LA PLAYA, de Luis Cano



El domingo fui a ver AVIONES ENTERRADOS EN LA PLAYA, de Luis Cano, a NoAvestruz (Humboldt 1857- 4777 6956). Domingos 21 hs -hasta el 25/11/2012

Modos del relato
Las observaciones aristotélicas sobre aquella forma (ya tradicional para su época) que tenía el rito teatral hacían hincapié en el modo en que la mímesis, esa imitación de la realidad que llamamos “relato”, era presentada. Se trataba –y aún se trata- de un movimiento que pliega el tiempo del enunciado sobre el tiempo de la enunciación, es decir el tiempo en que los sucesos ocurrieron sobre el tiempo en que los sucesos son contados, haciéndolos presente.

Ese pliegue es la acción dramática.

En términos aristotélicos: los personajes y sus hechos, antiguamente relatados por el rapsoda como episodios del pasado, pasan ahora a la acción en presente, ejecutando aquí y ahora, ante los ojos del espectador, su tragedia. 

Esta distorsión del tiempo crea la acción dramática y crea además, necesariamente, un arte encarnado: la pirueta del tiempo del relato sobre el cuerpo del rapsoda genera, ayudada por las características rituales de la oralidad, el arte del actor. Cuando la historia se hace presente, exige la encarnación.  

He allí una división provocadora: no es lo mismo contar una historia que actuarla. No obstante, las narraciones dentro de las obras teatrales resisten y perduran. Y a lo largo de la terca historia del teatro (veinticinco siglos y seguimos contando), el interior de la acción dramática sigue albergando (hasta nutrirse de, hasta inflamarse con) historias contadas con el simple artilugio de la narración. 

La tensión está dada: ¿cómo hacer del hecho sencillo de narrar una historia -más de dos milenios después de la primera encarnación del tiempo del relato en un actor presente- un hecho teatral?

Síntesis Argumental
Escribe Luis Cano: “en un muelle, un pescador cuenta anécdotas a un desconocido con la esperanza de que, a cambio, el desconocido diga algo. No hay otras vicisitudes. Al igual que un caleidoscopio, Aviones enterrados en la playa es una construcción regular, un material que se refleja en función de cómo se mire”. Es cierto.  No hay otras vicisitudes, excepto los peces, el lobo marino, el muerto, el olvido, la canción.

Hormas de zapato
Los cajones de madera de los pescadores refieren peces, pero contienen maderas. Las maderas. Al volcarse, suenan. Y su sonido es bello. El arte de combinar sonidos es conocido como música. Y uno de los modos que tiene la narración de ser teatralizada es poner en primer plano su musicalidad. 

Se organizan en el espacio
Los cuerpos sostienen la voz, a veces de espaldas, a veces acostados, a veces de pie, elevados sobre el suelo (sobre el agua o sobre el universo), o de pie, expresivos. Esos cuerpos se organizan plásticamente en el espacio; son iluminados, resalatados, desplazados. Junto a la música, la plástica (el arte visual de los volúmenes, del color, de las formas) presta presencia a la virtualidad literaria. La danza, prima escénica del teatro, es sin literatura. Los cuerpos en el espacio (“vacío”, diría Peter Brook, atravesándolo) son teatralidad. 

La palabra
Dice Luis Cano que hace teatro pero escribe poesía. Piensa en poesía e invita (sueña) un público que llegua hasta ella. Analizo el texto “Poesía” de su programa de mano, exquisitamente escrito, y pienso en la narración. El elemento organizador de esos textos que se verán en escena es la invitación a contar una historia hecha de la enunciación de varias historias. En conjunción con los cuerpos, las historias se superponen (uno cuenta un fragmento de una, que se va interceptando, interrumpiendo, prefigurando con la que contará el siguiente). Imaginar lo que vendrá, corroborarlo o sorprenderse por las pequeñas diferencias o las gratas interferencias del lenguaje es parte del disfrute de esta breve pieza musical. 

La indecisión
Nada es firme. La palabra no lo es. El narrador principal, sentado casi inmóvil en su muelle, es llamado “marinero”, “navengante”y  “pescador” a conciencia del error, de que no es lo mismo. Y de que tal vez no sea nada de eso. 

El eterno resplandor de una…
La paradoja de recordar enunciando o denunciando olvidos es multiplicadora. Se expresa, además, en un mecanismo de sustracción de palabras que me recuerda gratamente aquella antigua pieza breve de Marcelo Bertuccio, Señora, esposa, niña y joven desde lejos, en la cual la dupla recuerdo/olvido desmembraba (quizás literalmente) la gramática del personaje ausente. 

Cito del apunte que tomé durante la representación de Aviones… “El mantel me recordó la alfombra del hotel. El mantel me recordó el hotel. El mantel y el hotel”. 

De aquello que fue las imágenes se alejan. Quedan las palabras. Pero son indecisas. Precarias. Débiles. El mantel y el hotel, diría el viejo poeta ciego, “son la triste limosna que le dejaron las horas y los siglos”.