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miércoles, 1 de abril de 2009

Sobre EL BATACAZO, de Mauricio Dayub


El lunes fui a ver EL BATACAZO, de Mauricio Dayub, al Chacarerean, Nicaragua 5565, funciones: viernes, sábados y domingos 21 hs


Banda de redundancia
Todos sabemos, con mayor o menor precisión, en qué consiste una redundancia y asumimos que su uso se vincula a lo superfluo y lo innecesario (valga la redundancia). Ser reiterativos es un defecto: usar palabras o expresiones que no agregan nada al sentido del discurso, se supone, lo alargan innecesariamente, lo afean y hacen más difícil su comprensión.


Algunos ejemplos de manual nos resultan sorprendentemente cotidianos: “en ese lapso de tiempo” es redundante, puesto que la palabra lapso presupone un tiempo; “se pagará a partir del día viernes” también, pues obviamente viernes es un día, y “los estudios realizados no arrojan resultados significativos”, finalmente, porque los estudios no pueden no haber sido realizados para que arrojaran resultados[i]. Otros ejemplos, sin embargo, pueden sorprendernos: “en la misma zona conviven dos especies diferentes de lagarto” sería redundante puesto que la distinción de “dos especies” presupone ya su diferencia –con decir que conviven dos especies basta–.


Manual del retórico en mano, por lo tanto, cualquiera podría corregir a un “movilero” de TV que dijera “hasta el momento no se conocen las causas del accidente”, dado que no puede ser “hasta el pasado” ni “hasta el futuro”. En este punto, sin embargo, me permito discutir la facilidad de la reconvención. Supongamos que el periodista viene hablando de las hipótesis que manejaban los bomberos y la policía varias horas antes: primero se había hablado de un conductor en estado de ebriedad y hasta hace pocas horas se descartaba la posibilidad de una falla mecánica; sin embargo, debido a la aparición de nuevos testigos, se realizarán nuevas pericias. El movilero dirá luego que si bien “hasta el momento no se conocen las causas del accidente, horas atrás se manejaba la hipótesis de un conductor alcoholizado pero ahora no se descarta ahora la posibilidad de una falla mecánica, a corroborarse de aquí a unas pocas horas”. Si bien la frase “hasta el momento” sigue siendo redundante, disipa el ruido en la comunicación que generaron las horas atrás y las próximas horas; la reiteración limita el malentendido, el empaste, el indeseado desplazamiento de sentido.


Redundancia y teatralidad
El lenguaje oral es redundante, y necesita serlo no solo porque su exposición al “ruido” (las múltiples distorsiones de la comunicación, la distracción, el zapping, la saturación) sino porque el simple paso del tiempo lo afecta: no puede releerse lo dicho, ni volver la página atrás... Dirá el buen manual entonces que “para evitar o paliar la inevitable presencia del ruido en la comunicación es habitual introducir cierta proporción de redundancia en la codificación del mensaje”.


Y si el lenguaje oral necesita una “cierta proporción de redundancia” para disminuir la pérdida de información esencial, cuánto más necesaria se hace esa proporción en el teatro, cuyo armado ficcional requiere un esfuerzo aún mayor para fijar los referentes de sus signos. Como un componente paradójico, no obstante, la redundancia retiene las formas y los sentidos evocados por un texto –al menos un instante, como el actor de Shakespeare que se pavonea y se agita un momento sobre el escenario y luego no es escuchado más–, pero a la vez lo reiterativo detiene la progresión dramática y ralenta lo que finalmente morirá, cerrando la paradoja en una fórmula: aquello que retiene el sentido, detiene la evolución de la acción. A mayor repetición, más sonido, más furia, más fastidio[ii]. El delicado equilibrio entre la redundancia y la acción es el arte por excelencia de la dramaturgia y, en todo caso, de la dirección escénica. Y es allí donde El batacazo se estanca y se sacude durante su hora de duración, reteniendo en muchos casos puro sonido, y haciendo desvanecer en el aire -en una frase, en un fuga– su breve cuota de furia.


Síntesis argumental
Un empleado de un anacrónico parque-kermese persuade a un basquetbolista fracasado con fama de “yeta” a meterse de noche en el parque para practicar el tiro al blanco en un juego cuyo premio es la mitad de las cuotas de un crédito hipotecario. La historia se detiene, durante su primera mitad, en la antesala de la acción, del lado de afuera del cerco perimetral y, en su segunda parte, junto al/afuera del dispositivo del juego: una tabla de pique adonde arrojarse para encestar pelotas estando en el aire.


Los recursos de la emoción
La interacción del dúo dispar, paradójicamente, se hace homogénea: el empleado con las llaves del predio no puede abrirlo, el pequeño basquetbolista no puede encestar, quien quiere entrar actúa como si no quisiera, quien quiere irse, por motivos inextricables, se queda. La insistencia (la redundancia) en los aspectos emotivos de los personajes (las glorias pasadas, el emotivo temblor de manos y de voces como anticipación de la palabra, la explícita inocencia en la transgresión) va cerrando los caminos de la sorpresa y convierte, sin coincidir quizás con la intención de la obra, los motivos de la ternura en motivos de la exasperación o la fatiga: la espera tiende a la angustia de los clowns beckettianos cuando toda su lógica es la del payaso del circo de la emoción.


Lo esperable y lo insólito: música maestro
Un dragón verde, soplado en dos frases que, dice un personaje, puede percibirse solo en un parpadeo, cobra una inusitada relevancia. Cuesta asimilar su irrupción; el signo parece provenir de otro universo, uno apenas sugerido y olvidado entre la redundancia de lo conocido. A pesar del ámbito evocado, que es el del barrio de la nostalgia hecho cliché, la escenografía es mágica, colorida, luminosa. Acoplada a la música del Chango Spasiuk, se renueva, se disfruta y, bien ejecutada, se aplaude.


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[i] Lo clásico y retóricamente correcto sería: “en ese lapso, tal cosa”; “a partir del viernes”; “los estudios no arrojan resultados significativos”.
[ii] La célebre cita del Macbeth: Life’s but a walking shadow, a poor player, That struts and frets his hour upon the stage, And then is heard no more; it is a tale Told by an idiot, full of sound and fury, Signifying nothing. / La vida no es más que una sombra que camina, un pobre actor que se agita y pavonea un tiempo sobre el escenario y luego no se escucha más; es un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y de furia, que no significa nada.

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