El sábado vi LÁGRIMAS Y RISAS, unipersonal de Ernesto Suárez, en el marco del Festival Nacional de Teatro de Humor, organizado por la Biblioteca Hueney en Zapala.
El Oro y la mentira
“¿Les cuento un cuento o les miento un cuento?”, nos preguntaba mi padre cuando éramos chicos. “¡Mentinos, mentinos!”, gritábamos –quizás– mi hermano y yo (mi memoria es dudosa e inventiva), pero supongámoslo cierto. A los cuatro, cinco, seis años, no había para nosotros diferencias esenciales entre la invención y la crónica de hechos reales. A los cuarenta, mirando una vieja foto, exagerando una anécdota, escribiendo incluso esta reseña, me asalta feliz la misma incertidumbre. Papá, mentime un cuento…
Ángel Virgilio Apolo Ramírez nació en Piñas, provincia de El Oro, Ecuador, a mediados de abril del año 36. Esas mágicas palabras (casi todas las palabras de la frase anterior son mágicas para mí) fueron tal vez las primeras que escribí con toda dedicación, ante la atenta mirada de mi madre, a mano sobre aquellos sobres casi transparentes que hacían ruidito y decían, cruzando una esquina, “vía aérea”. Piñas, El Oro, Ecuador. Una familia de cuento y un universo de montañas verdes y milagros. Tres o cuatro décadas más tarde, inesperadamente, reencuentro aquel oro y sus mentiras en un escenario de Zapala, Patagonia, donde un hombre, como decía Borges, “juega a ser otro, ante un concurso de personas que juegan a tomarlo por aquel otro”. El hombre en escena es y no es otro. Narra su vida, pero también la miente. Y esencialmente, entre el relato verídico y el ficticio, no hay diferencias.
Síntesis Argumental y el viejo biodrama
La síntesis es esta: el actor Ernesto Suárez narra la historia de cómo llegó a ser actor e interpreta escenas teatrales y relatos de grandes autores que fueron hitos en su biografía teatral.
Biografía y teatro, una vez más, pueblan el escenario. Sabemos que no hay nada nuevo en esta idea barroca de subvertir ficción y realidad: “la identidad de existir, soñar y representar le inspiró personajes famosos”, dice Borges sobre Shakespeare (y sobre Dios) en el mismo texto[1]. Hacia fines de los 90 y durante casi una década, en una sala contigua al Zoológico de Buenos Aires, Vivi Tellas y Alan Pauls editaron una serie escénica célebre de esa intuición. Milenios atrás, en un texto contiguo a la leyenda, Chuang Tzu soñaba que era una mariposa.
Yo, que tantos hombres he sido
La vida de un actor es la vida de aquello que no es. No soy lo que soy, dice el enigmático Yago hacia el final del Otelo, declarando así su extrema verdad. Lo que cuenta, en definitiva, es lo que cuenta.
También dicen del notable Ernesto Suárez que es así nomás, él, tal como aparece en el escenario: cómico y conmovedor, viejo contador (mentidor) de anécdotas. Y aunque no lo supiéramos, los espectadores lo sabemos, porque en eso reside el encanto de su arte: en saber que es aquello que no es, que la borrosa frontera entre lo cierto y lo inventado es esa materia de la que estamos hechos. Ernesto Suárez recorre su Mendoza natal, los gestos de su madre, su exilio en Ecuador, las múltiples representaciones que ejecutó, en vida y en escena, e intercala con extrema eficacia un fragmento de Calderón, un cuento de Rulfo y de Darío Fo, y un enorme relato de García Márquez sobre un vendedor ambulante -un ilusionista, un contador de fábulas, un hipnotizador; de alguna manera, él mismo-.
Las manos de mi padre
Las manos de Ernesto Suárez son flacas, muy flacas, y los dedos largos como los de El Extraño Mundo de Jack y los índice y mayor de ET. Expresan, se diría, la frágil constelación de un relato. Que quizás no es tan frágil, porque con insistencia perdura. Mis manos de dedos cortos, oscuros, regordetes, replican las de Ángel Virgilio, y evocan el Oro sobre un teclado toshiba, así pasen las décadas y los siglos, en el mismo sueño no soñado por nadie.
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[1] El cuento en cuestión es “Everything & Nothing”, en El Hacedor (1960)
[1] El cuento en cuestión es “Everything & Nothing”, en El Hacedor (1960)