El miércoles fui a ver TAL VEZ EL VIENTO, de Cecilia Elías, Mariano Moro y Miguel Ángel Elías, al Teatro del Abasto (Humahuaca 3549, tel 4865-0014). Los miércoles a las 21 hs.
Una cosa hermosa
La anécdota está registrada, posiblemente, en una nota al pie en uno de los libros del mitólogo Joseph Campbell, o bien en un apartado de cierto libro que trata sobre el budismo -o en ninguno de los dos-, pero es probablemente cierta. Durante un Congreso Internacional, un reconocido Maestro Zen fue interrogado por un periodista en un pasillo.
–En síntesis, ¿cuál es su filosofía?
–¿“Filosofía”? –respondió el Maestro.
Se quedó pensando y al rato dijo:
– No, creo que no tenemos ninguna. Nosotros bailamos.
Nota a pie de página de esta nota a pie de página: Tal vez el viento es una cosa hermosa.
Síntesis argumental
Bañados por la bella luz de Eli Sirling, Cecilia y Sergio bailan y recitan. Pablo hace música y trucos de prestidigitador. Todo es ganancia, hoy por hoy. Aún las palabras escritas que se lleva el viento.
Teatro: sonido y movimiento, regidos por su propio tiempo
En 2001 publiqué en Los libros del Rojas un artículo llamado (Muere.) –espacio y tiempo en el texto dramático– en el que analizaba la condición precaria, efímera del texto dramático, destinado a desaparecer en su consumación escénica. En aquel artículo no pude, explícitamente, hablar de danza. Han pasado nueve años y mucho teatro por debajo del puente. Hoy me enfrento al notable espectáculo de Cecilia con otra madurez. Como un homenaje de aquel que pensaba e intentaba saber a la notable coreógrafa de Postparto, citaré unos párrafos de que se referían, sin saberlo, a este Tal vez el viento.
Buenos Aires, 2001. “Se escribe, además, para que algo sea hecho. […] El texto dramático se escribe también, y es estructurado desde su interior, para que un acto, de algún modo ritual, se realice. La extraña analogía que, como todo pensamiento analógico disfraza de análisis lo que es pura similitud de pensamiento mágico, nos permite equiparar el sentido de ese ritual con las condiciones performáticas del texto: el cuerpo, la palabra, la reunión pública. La escritura dramática se estructura para la encarnación. Si, como otros ya hicieron, yo escribiera una obra en la que no hay nadie y nada es hecho, la ausencia se haría necesariamente presente. En su falta, el espacio vacío señala el objeto. […] Se escribe teatro, entonces, para que algo sea hecho. […] La escritura desaparece en virtud de la aparición de la acción en el espacio a lo largo de determinado tiempo. No sólo sonido, también espacio. […] Vemos, finalmente, algo que no está escrito, y lo escrito se desvanece. […] Así como la consideración de la sonoridad en el lenguaje teatral nos lleva a la música, la consideración del espacio y la performance del movimiento nos conduce a otro universo, extra-literario, extra-lingüístico. Un universo visual, inscripto en el espacio: el universo de las artes plásticas. Más precisamente: un universo del movimiento, del desarrollo temporal de la imagen en el espacio. El universo de la danza. Sonido y movimiento, regidos por su propio tiempo”.
Buenos Aires, 2010. El teatro es esto que sucede ante mis ojos y oídos anoche, en el Teatro del Abasto.
Nota: para aquellos que así lo requieran, les puedo enviar por correo electrónico el artículo completo. Está publicado en “Cómo se escribe una obra teatral”, Autores: Ignacio Apolo, Marcelo Bertuccio, Tulio Stella, Patricia Zangaro. Editorial: Libros del Rojas. Colección HERRAMIENTAS Año: 2001. Y eventualmente se conseguiría en: Centro Cultural Rector Ricardo Rojas. Locales de EUDEBA.
Niños en la platea
Había anoche niños en la platea (varios menores de diez años). También éramos cincuenta niños los adultos. Las emociones simples, físicas, de la danza acompañan el muy preciso juego lingüístico de reverberancia de los textos de Mariano Moro: dos emisiones intercaladas que, hablando sutilmente de cosas diversas, hablan secretamente de lo mismo. El placer y el asombro del juego termina llegando adonde la danza empieza: a sustituir la representación por la presentación. Creo, en este sentido, que cuando el teatro ingresa en la frontera de la danza, la dramaturgia se fusiona con la voz poética como un yo a-personal.
Cecilia Elías baila con la cara
La antigua máscara actoral era la “per-sona”, el amplificador de la voz, la máquina expresiva. La expresividad del rostro de la intérprete es tan precisa y tan intensa como el feroz zapateo de Villalba recortado por las sombras de los percusionistas.
Hoy por hoy
Y finalmente, un hoy por hoy. El presente refuerza la idea de la performance. El teatro (la danza, la no-filosofía del Maestro) sucede aquí y ahora, sólo aquí, sólo ahora. Hoy por hoy.
Lo demás es silencio.
Una cosa hermosa
La anécdota está registrada, posiblemente, en una nota al pie en uno de los libros del mitólogo Joseph Campbell, o bien en un apartado de cierto libro que trata sobre el budismo -o en ninguno de los dos-, pero es probablemente cierta. Durante un Congreso Internacional, un reconocido Maestro Zen fue interrogado por un periodista en un pasillo.
–En síntesis, ¿cuál es su filosofía?
–¿“Filosofía”? –respondió el Maestro.
Se quedó pensando y al rato dijo:
– No, creo que no tenemos ninguna. Nosotros bailamos.
Nota a pie de página de esta nota a pie de página: Tal vez el viento es una cosa hermosa.
Síntesis argumental
Bañados por la bella luz de Eli Sirling, Cecilia y Sergio bailan y recitan. Pablo hace música y trucos de prestidigitador. Todo es ganancia, hoy por hoy. Aún las palabras escritas que se lleva el viento.
Teatro: sonido y movimiento, regidos por su propio tiempo
En 2001 publiqué en Los libros del Rojas un artículo llamado (Muere.) –espacio y tiempo en el texto dramático– en el que analizaba la condición precaria, efímera del texto dramático, destinado a desaparecer en su consumación escénica. En aquel artículo no pude, explícitamente, hablar de danza. Han pasado nueve años y mucho teatro por debajo del puente. Hoy me enfrento al notable espectáculo de Cecilia con otra madurez. Como un homenaje de aquel que pensaba e intentaba saber a la notable coreógrafa de Postparto, citaré unos párrafos de que se referían, sin saberlo, a este Tal vez el viento.
Buenos Aires, 2001. “Se escribe, además, para que algo sea hecho. […] El texto dramático se escribe también, y es estructurado desde su interior, para que un acto, de algún modo ritual, se realice. La extraña analogía que, como todo pensamiento analógico disfraza de análisis lo que es pura similitud de pensamiento mágico, nos permite equiparar el sentido de ese ritual con las condiciones performáticas del texto: el cuerpo, la palabra, la reunión pública. La escritura dramática se estructura para la encarnación. Si, como otros ya hicieron, yo escribiera una obra en la que no hay nadie y nada es hecho, la ausencia se haría necesariamente presente. En su falta, el espacio vacío señala el objeto. […] Se escribe teatro, entonces, para que algo sea hecho. […] La escritura desaparece en virtud de la aparición de la acción en el espacio a lo largo de determinado tiempo. No sólo sonido, también espacio. […] Vemos, finalmente, algo que no está escrito, y lo escrito se desvanece. […] Así como la consideración de la sonoridad en el lenguaje teatral nos lleva a la música, la consideración del espacio y la performance del movimiento nos conduce a otro universo, extra-literario, extra-lingüístico. Un universo visual, inscripto en el espacio: el universo de las artes plásticas. Más precisamente: un universo del movimiento, del desarrollo temporal de la imagen en el espacio. El universo de la danza. Sonido y movimiento, regidos por su propio tiempo”.
Buenos Aires, 2010. El teatro es esto que sucede ante mis ojos y oídos anoche, en el Teatro del Abasto.
Nota: para aquellos que así lo requieran, les puedo enviar por correo electrónico el artículo completo. Está publicado en “Cómo se escribe una obra teatral”, Autores: Ignacio Apolo, Marcelo Bertuccio, Tulio Stella, Patricia Zangaro. Editorial: Libros del Rojas. Colección HERRAMIENTAS Año: 2001. Y eventualmente se conseguiría en: Centro Cultural Rector Ricardo Rojas. Locales de EUDEBA.
Niños en la platea
Había anoche niños en la platea (varios menores de diez años). También éramos cincuenta niños los adultos. Las emociones simples, físicas, de la danza acompañan el muy preciso juego lingüístico de reverberancia de los textos de Mariano Moro: dos emisiones intercaladas que, hablando sutilmente de cosas diversas, hablan secretamente de lo mismo. El placer y el asombro del juego termina llegando adonde la danza empieza: a sustituir la representación por la presentación. Creo, en este sentido, que cuando el teatro ingresa en la frontera de la danza, la dramaturgia se fusiona con la voz poética como un yo a-personal.
Cecilia Elías baila con la cara
La antigua máscara actoral era la “per-sona”, el amplificador de la voz, la máquina expresiva. La expresividad del rostro de la intérprete es tan precisa y tan intensa como el feroz zapateo de Villalba recortado por las sombras de los percusionistas.
Hoy por hoy
Y finalmente, un hoy por hoy. El presente refuerza la idea de la performance. El teatro (la danza, la no-filosofía del Maestro) sucede aquí y ahora, sólo aquí, sólo ahora. Hoy por hoy.
Lo demás es silencio.