El jueves 8 fui a ver AMAR, de Alejandro Catalan, a El camarín de las musas (Mario Bravo 960 / 4862-0655) Funciones jueves y viernes a las 23.15 hs
Murmullos
La palabra, que ha podido ser conservada a través de los siglos por la escritura, compite en desigualdad de condiciones con el efímero aquí y ahora corporal y emocional de la actuación. Sobrevalorada, equivalente para recurrentes generaciones al “teatro” propiamente dicho, conservadora de ese hálito platónico que presume una existencia ideal de obras y clásicos, la palabra es la autoridad, es la firme presencia del autor, su gesto y su incuestionable identidad. En esa línea se llegó a pensar (aún se piensa, en todo caso) que una obra sobre el escenario no es sino una “representación” de su existencia en palabras…
AMAR comienza en murmullos.
AMAR comienza en oscuridad, en sombras, entrevista gracias a pequeños haces de luz. La palabra no se distingue de la música. No es palabra; es proyección del cuerpo. No representa. Es el truco a la vista, ese que el mismísimo Alejandro Catalan, director y “autor” de la pieza denuncia y cuya autoridad desdeña.
La palabra, que llegará y llegará en abundancia, es solo un aspecto del lenguaje teatral que señala al actor, y no a la inversa.
Síntesis Argumental
Noche de fiesta y copas lejos de casa, a cientos de kilómetros por la carretera. Tres parejas se entremezclan y bifurcan. Quien no busca, igual corre el riesgo de encontrar.
Nuestro fin de semana
El realismo del teatro argentino de fines de los años sesenta y principios de los setenta se proponía quizás representar las ambiciones de poco vuelo y la proporcional frustración de una clase media que reflejaba en forma directa y oscura al público que concurría a la sala. Como todo realismo, aquellos textos efímeros envejecieron a la par de la mutación (o el envejecimiento) del referente social representado. ¿Qué cosa (¿cossa?) representa AMAR aquí y ahora, en qué se distingue –si lo hace- de aquellas obras idas? Burguesitos hablando vagamente de erotismo, casados vs solteros, parejas que no logran en la intimidad comprenderse, la tímida circulación del deseo que jamás se concretará, la barrera de la represión y la precio en alza de la valoración social vacían el aliento de los personajes, casi tanto –con leves variaciones de tópico- como lo hacían treinta años atrás. Y sin embargo…
Clausura de la familia disfuncional
Y sin embargo se mueve. La enorme bocanada de aire fresco (el ventarrón que entra hasta el oscuro sótano de El camarín de las musas), de la mano de linternas, ropa de fiesta y actuación de estados no paródicos, se lleva al arcón de los buenos recuerdos las madres enloquecidas, los hijos bobos, las abuelas filicidas, los hermanos desunidos, el bizarro mal gusto y la pesadez estética. Como todo artista que renueva, Catalán (y sus secuaces) toman una vieja porción de tradición para discutirla y, al discutirla, renovarla.
Lo hace exhibiendo los trucos. ¿Por qué no exhibir los trucos de este artículo a modo de fórmulas, en homenaje a AMAR?
1) La intemperie es tan irrepresentable en nuestra teatralidad urbana que el único modo de darle realidad es comentándola: plantas de plástico y entre ellas, la coronación de la naturaleza muerta.
2) El espacio es una zona erótica de distancias: todos juntitos, muy juntitos, actuando.
3) El actor es, a menudo, espectador de su arte. Mientras te ilumino, te creo.
4) La emoción es un estado que desequilibra la palabra.
5) El clima es perfecto. Incluso el sonido del agua, sin referente, es un clima perfecto.
Encuentro personal
El realismo supo tender a las escenas obligadas de encuentros personales, donde la verdad era expresada en palabras, para horror, piedad e iluminación de personajes y público. En su inconsciente homenaje, cada pareja de AMAR será obligada también al encuentro. Lo sabemos sucesivo. Aquellos que quisieran casarse y no casarse, aquellos que quisieran huir y permanecer, aquellos que hace tiempo se han perdido, se encontrarán. Sin horror, con mucha piedad, y con una delicada, talentosa iluminación, sentimos al salir de la sala que algo de lo indecible fue susurrado.