El miércoles pasado reestrenamos ROSA MÍSTICA –con Martina Viglieti (Rosa), Lucas Barca (Lauchi), Mario Jursza (Padre de Rosa), Gaby Ferrero (Madr de Rosa), Alejandro Dufau (Cura) en "El Desguace, Teatro y Almacén Cultural, Mexico 3694 esquina Colombres. Funciones todos los miércoles de Agosto 21 hs
Matar a los hijos (premoniciones)
El vaticinio fue de Pablo Bronzini, director musical y compositor de la música original de Rosa Mística. Lo pronunció aquel 15 de marzo de 2009 en La esquina de Troilo, el bar de Paraguay y Paraná, en uno de los “boxes” contra la pared que mira hacia la calle Uruguay. Lo hizo tras escuchar una breve síntesis argumental de la obra, cuyo texto yo le estaba entregando en mano –lo acababa de convocar para la dirección musical de mi puesta–. Dijo: “Ignacio, esto es terrible; van a decir que nos copiamos del último caso policial del momento”. Le respondí: “Pablo, el primer borrador de esta obra lo escribí hace tres años…”.
“No importa”, sostuvo, “ya vas a ver”.
Y ahora veo.
Y ahora lo digo yo: Rosa Mística bien podría estar inspirada en las noticias policiales de este fin de semana, posterior a su estreno.
El sábado 5 de septiembre, mientras gran parte de la población adormecida contemplaba, inerme ante la decadencia de sus mitos, otra derrota de la selección de Maradona, una nena de 8 años moría de un balazo en la nuca en su casa precaria del barrio Luis Guillón. Según las declaraciones del propio padre de la criatura asesinada, la balacera se produjo a causa de un altercado entre narcotraficantes menores, dealers del negocio barrial de la droga, del que él mismo forma parte.
La imagen: desde un viejo Peugeot 505 dos narcos abren fuego contra la puerta de la casa donde mira tele una pareja de “transas”, madre y padre de los cuatro hijos que miran también con ellos, o juegan alrededor. La pequeña Bárbara muere al instante.
Matar a los hijos (síntesis argumental)
Esta es la síntesis argumental de Rosa Mística, y puede leerse en la gacetilla de difusión (escrita meses atrás):
Un bebé muere alcanzado por una bala policial durante un confuso operativo antidrogas en una villa del bajo Boulogne. La familia le levanta un altar, y el bebé muerto se convierte en el nuevo “santito” del barrio. Este “angelito” será la obsesión de Rosa, una niña de doce años que, dominada por su pasión católica, intentará desenmascarar al santito falso con la ayuda de Lauchi, uno de los chicos de la villa.
Pero Rosa es la hija de un policía…
Su padre es el oficial asignado para controlar los disturbios desatados tras el fallido operativo policial, tarea que lo hace cómplice de un entramado de intereses políticos y económicos que excede la comprensión de la pequeña.
Rosa Mística es la historia de dos niños condenados por una baraja que ya ha sido repartida: la marginalidad y la delincuencia de nuestros barrios y ciudades, y la presión del mundo adulto que se cierne sobre sus cabezas.
Dos niños condenados.
Y un bebé muerto.
Matar a los hijos (for export)
Escribí el primer borrador de Rosa Mística en el verano de 2006, con la idea de enviárselo al director británico David Gothard, quien me había dicho que quería dirigir alguna obra mía “en el lugar que fuera, en el idioma que fuera”. David estaba en aquel momento montando una obra en Kosovo en la que actuaban, juntos, serbios y musulmanes –ex enemigos de guerra–.
Bajo el influjo de semejante destinatario, sentí que otra comedia dramática sobre las psicologías disfuncionales de nuestras familias de clase media estaría un poco fuera de registro… Y pensé:
¿qué otra cosa –ya no el retrato de la clase media, ya no…– es profundamente argentina, tan profunda que se hace invisible?
La respuesta puede parecer tan obvia como el chico que en este momento arrastra el carro de cartones por mi calle con nombre de heroína de la Independencia (Juana Azurduy fue nombrada general de la Nación hace poco más un mes atrás por la presidenta).
El chico no está solo.
Sus mujeres –madre, hermana, prima–, sus niños y bebés van con él.
Matar a los hijos: el rito secreto de nuestra sociedad
Pero la vida no copia al arte. La vida (y la muerte) lo preceden. El ritual filicida es nuestra identidad secreta, la contraseña de la argentinidad.
Lo que sigue es Matar a los hijos, el texto del programa de mano de Rosa Mística, que dice así:
“Lo familiar ha empujado a lo social fuera de nuestros escenarios.
En las últimas dos décadas, los despojos de la familia burguesa enaltecieron y finalmente saturaron con su rostro disfuncional las pequeñas salas del circuito alternativo y las grandes salas de la calle Corrientes. Una y otra vez nos hemos reunido a reír (y a padecer) de lo deforme, lo cómico y lo monstruoso que habita el interior de nuestras casas, refugiados en el interior de los teatros.
Y mientras tanto, hemos perdido las calles.
Lo público es televisivo. Lo social, mera estadística. Lo político es marketing. La calle, violencia y exclusión.
Rosa Mística es una obra sobre la infancia: un bebé muerto de un balazo, un pibito de la villa, una niña de no más de trece años. Es también una obra sobre nuestras fronteras, aquellas entre lo que consideramos que nos pertenece y lo que está más allá, lo que a fuerza de no mirar dejamos de ver, de sentir y de creer.
Pero basta con abrir (apenas) los ojos a lo que habita más allá de nuestro living, cada día, y cada terrible noche, para que ciertas imágenes se vuelvan imposibles de negar:
Una nena de la edad de Rosa, en nuestro mundo, ya conoce la violencia, el crimen, el sacrificio.
El rito cruel y consentido de nuestra sociedad es el sacrificio oculto de sus pequeños.
El deseo que rige esta puesta es ofrecer un ritual teatral que, si bien no puede salvarlos, al menos los haga fugazmente visibles.”
Bajo la luz de la Luna
La luna se oculta y aprovecha para desvanecerse en la claridad del día. Es martes a la mañana, un martes más. Son las ocho de la mañana y nuestros niños duermen. Algunos se despiertan. Algunos ya están en la escuela. Algunos ya están en su trabajo, claro. Algunos en la calle. La dulce, pequeña Luna, remolonea en la cama grande con su madre. Sus bronquios quedaron sensibles tras la influenza y la internación, y la cuidamos un poco más.
¿Un poco “de más”?
Sonrisa…
Sonrisas de padre.
¿Qué es “de más”?
¿Qué es…?
¿Qué…?
1 comentario:
Ignacio: Te dejo mi crítica en mi blog.
www.silviauriteteatro.blogspot.com
Saludos
Silvia Urite
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