El domingo 30 de
marzo, en el marco de la Selección de Obras del INT, fui a ver La Fiera, la leyenda de la mujer tigre,
de Mariano Tenconi Blanco, a El Extranjero (Valentín Gomez 3378 – tel 4862-7400).
Funciones: domingos 21 hs
Qué buen culo, dijo el Jefe (de Gobierno)
El mismo día, 24 de
abril de 2014, el diario Clarín en su versión on line publicaba dos noticias,
distanciadas una de la otra pero íntimamente unidas. La primera se titulaba
así: “la violencia de género, sin freno: se denuncia un ataque por hora”. La
otra: “Macri tuvo que pedir disculpas”. La primera es un extenso recorrido sobre
las cifras escalofriantes de la provincia de Buenos Aires, donde cada hora una
mujer es golpeada y cada día, tres son abusadas sexualmente. Pero el dato más
alarmante, en juego con la segunda noticia, es este: en el 84% de los casos
denunciados, la llamada la realiza la propia víctima; sus parientes sólo llaman
el 7,6%. Dicho de otro modo: a quién le importa. O, dado que la mayoría de los
abusos, golpizas y humillaciones suceden dentro del ámbito familiar: son cosas
de ellos…
La segunda noticia se
refiere, sucintamente, al pedido de disculpas twitteado por el Jefe de Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires tras haber dicho que “a todas las mujeres les
gustan los piropos, aunque les digas qué lindo culo tenés”. La noticia es breve.
Soslaya el contexto en que aquella declaración fue dicha: un comentario radial sobre
la figura del acoso callejero, una de las formas más difundidas de la violencia
verbal contra las mujeres –siete días atrás se había celebrado la Semana
Internacional contra ese tipo de violencia-. La solicitud de repudio a esas
declaraciones no fue aprobada por la Legislatura porteña; el oficialismo sencillamente
explicó que con las disculpas alcanza. El Jefe de Gobierno, por su parte, se justificó
aduciendo que una de sus hijas lo llamó para retarlo, y que había hecho su
comentario “desde la galantería”.
La tesis que une ambas
noticias es esta: el abuso sexual, la violación, la violencia verbal,
psicológica y física sobre las mujeres no es una anomalía en nuestra sociedad.
El abusador, el violador, el golpeador, no son especímenes enfermos, desviados,
o psicópatas y punto. Son, por el contrario, un nítido producto del patriarcado:
son la conducta capilar, cotidiana, visceral, estructural, del orden de géneros
vigente en permanente reproducción, sólo que elevada a un nivel en el cual se
hace visible y se convierte en el espejo vergonzante de la conducta social. El
patriarcado, esta milenaria y global estructura de dominación sobre las mujeres,
no tiene contraparte, ni alteración ni revolución en agenda que la amenace;
sólo la resistencia, a veces heroica y en situaciones de abrumadora desventaja,
del trabajo de visibilización y concientización.
Es en este marco, o
mejor dicho, es este marco el que
posibilita la aparición fulgurante de la leyenda del vengador (en este caso, la
vengadora): entre las sombras del callejón, entre los árboles de la noche, tras
la ventana semiabierta de un baño de varones, acecha la Mujer Tigre, castradora
de abusadores, bebedora de su sangre.
Síntesis argumental
Una mujer tigre narra
y canta las peripecias de su venganza sobre los hombres que han abusado de
mujeres.
Cómic
La estética del afiche
de La Fiera se hace eco de esta
reflexión: la leyenda del vengador oculto es afín al cómic, como lo es también
el hombre/animal. Por un lado, el hombre lobo, el vampiro, el hombre mono, el
humano de dos naturalezas, es una figura legendaria. Por el otro, el plural de “Vengadores”
dio lugar al mayor éxito de traslación del cómic a la pantalla grande en toda
la historia del cine. La fiera que vemos en el teatro no está vestida de
animal, casi nada en ella remite a esa naturaleza (excepto, claro está, el
acento de su conducta física). Pero por supuesto: tiene calzas de un furioso
azul eléctrico, al mejor estilo Capitán América…
Es común en estos
personajes, cuando arriban al nivel de drama (a veces, desde el principio; a
veces, en el devenir de su desarrollo), el encuentro con la contradicción. El
animal no quiere convertirse en humano. O el humano que ha sido animal, se
arrepiente y lamenta la desmesurada violencia que ha desatado, aunque
finalmente deba volver a convertirse en monstruo para concluir,
justicieramente, su venganza. A veces muere allí, sacrificial. A veces huye. A
veces se oculta. Es la línea del lobizón, del increíble Hulk, del vampiro
enamorado. Pero también el vengador llega a preguntarse si lo que está haciendo
es un acto de justicia o un acto de revancha. Llega a pensar, a debatirse, a
detenerse en una extrema tensión: piensa si lo que hace es por placer, por
fama, porque ha caído en el espiral de la violencia, porque no puede detenerse,
porque lo disfruta. ¿Qué busca Batman? ¿Qué se plantea el líder homínido del
Planeta de los Simios cuando su rebelión ya se ha desatado? Piensa, en un
instante en que tal vez contemple su hybris, si debe seguir.
En el caso de la obra
de Tenconi Blanco, por el contrario, la desmesura del enemigo –el patriarcado-
es tal, que la vengadora oculta permanece al nivel de la pura acción: va hacia
delante. No se cuestiona, no se arrepiente, no duda de lo que hace. Solo se enfrenta
con fuerzas exteriores. Cómo sortearlas es el exclusivo motor de la peripecia. El
equilibrio que busca está afuera. Y está muy bien que así sea, en este principio
de la saga. Y digo “saga” porque la sensación final, al término de esa
exquisita fiesta musical y narrativa que es La
fiera, es la de expectativa, la de esperanza de un segundo acto en el que
el héroe se enfrente a sí mismo. Puede no ser en esta obra. Ni en este autor.
Pero, si la resistencia da sus frutos, sucederá.
Bonus track 1: La destreza
Por supuesto, no se
trata sólo del análisis del texto o de la trama, del mito y de lo que revela de
nuestra sociedad. La fiera es,
teatralmente, el extraordinario unipersonal de una Iride Mockert en su máximo
despliegue: narra, actúa, canta, baila, y el público aplaude de pie.
Bonus track 2: La reiteración de la sangre y la
justicia
La pregunta de la
justicia en su vertiente vengadora: ¿Cuánta sangre es necesaria para sentir que
es suficiente? La fiera se detiene
una y otra vez en la misma imagen: el tigre bebiendo y bañándose en las
vísceras de su víctima. Una y otra vez. Se detiene. Clausura el movimiento de su
acción. No lo trasciende. No es suficiente. Porque la pregunta no ha sido aún
formulada. Pende del aire. Para la obra. Para la sociedad.
Bonus track 3: El arpa y la guitarra
Decíamos en la reseña
anterior, sobre Entonces Bailemos
(para leerla, click aquí),
que la selección de obras para el Instituto Nacional del Teatro reveló la
abundancia de música en vivo en el circuito teatral de pequeño formato de
Buenos Aires. Sobre todo, lo que empieza a ser denunciado como procedimiento y
levemente parodiado: la guitarra. En la propia obra se critica que la guitarra
sea “country”, que sus canciones sean en inglés, y que no haya algo de folklore
local. En el caso de La fiera, el
instrumento popular muta en algo cercano a la orquestación. Arpa, teclado,
percusión, cuerdas. Toda la creación de los músicos Sonia Alvarez e Ian
Shifres, para deleite del público.
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