El lunes fui a ver
MARUJA ENAMORADA, de Maruja Bustamante y Vivi Tellas, a El Estepario Teatro
(Medrano 484 – tel 2004 6507) Funciones lunes 21 hs.
Utopía
En el primer capítulo
de una extraña y a su modo extraordinaria serie británica llamada “Utopía”, cinco
peronsajes que sólo se conocen a través de un foro de internet deciden reunirse
y se citan en un pub. A riesgo de arruinar la sorpresa de aquellos que quieran
ver el capítulo (a quienes invito a no
leer estas líneas), diré que la presentación de cada uno de ellos es, en los
minutos iniciales, paulatina: primero conocemos su “identidad” en el foro, tal
y como lo hacen sus compañeros, es decir a través del “nick name” o “nombre de
usuario” y a través de lo que ese nombre escribe/dice. Así nos hacemos la primera
idea del personaje en pocos segundos: el personaje es como se llama, y también
es aquello que inferimos por lo que dice de sí mismo y del mundo. Y por cómo lo dice, porque “decir” es “decir-de-un-modo”,
es comportarse.
Una vez que nosotros,
espectadores, nos hicimos una primera, sintética y potente idea de quién/qué es
cada uno, la cámara los toma. El primero es negro, flaco, algo nerd. La segunda
es suavemente pelirroja y bonita; el tercero es oscuro, barbado, bizarro; el
cuarto, un prolijo “high-class” que escribe de espaldas a una pileta en su penthouse.
Y el último, Grant, es un niño. Pero Grant no se ha comportado como tal, no ha
dado señales de ser un niño. Ninguno de los demás lo sabe hasta que, por
peripecias de la trama, se enteran. Y entonces se lo recriminan: “¿pero vos no manejabas
un Porsche?” “Sí”, responde él, “en mi proyección yo manejo un Porsche, ¿por
qué no puedo manejarlo?”
Tiene razón.
O no.
¿Quién es Grant? ¿Es
alguien? ¿Es un niño? ¿Tiene un Porsche?
Dice Maruja, el
personaje de MARUJA ENAMORADA: “soy Maruja Bustamante”.
Dice el personaje: “sufro de erotomanía; es decir: todos se enamoran de mí”.
Dice el personaje: “sufro de erotomanía; es decir: todos se enamoran de mí”.
¿Quién es Maruja?
¿Quién la ama? ¿Quién la ve?
Sintesis Argumental
La reconocida
dramaturga, directora y actriz del teatro independiente de Buenos Aires, Maruja
Bustamante, relata, revive y exhorciza fragmentos de su biografía amorosa,
entre canciones, fotos, videos y objetos. La acompaña Iti el Hermoso, quien,
por supuesto, está enamorado de ella. Como yo.
El lazo de Hamlet, el oscuro
La relación entre el
teatro y la verdad, el conocimiento, e incluso el autoconocimiento, es un tema
que ha recorrido buena parte de los veiticinco siglos de su historia. Aquí
mencionaremos un aspecto que aparece en su tempranísima juventud griega, otro –o tal vez el mismo- que es observado y puesto
a prueba por la enérgica madurez isbaelina, y una variación curiosa y templada,
hija del optimista siglo diecinueve. Vamos por partes.
“El drama será el lazo
con el que atraparé la conciencia culpable del rey”. La frase pertenece a una
escena clásica del barroco shakespereano: Hamlet tiene que vengar la muerte de
su padre, matando al rey Claudio, su tío, usurpador del trono y de la cama de
la reina, su madre. El mandato lo recibe de un fantasma que no sólo él, sino su
mejor amigo Horacio y dos guardias de la fortaleza-castillo de Elsinore, ven.
El fantasma, enorme portento, le habla varias veces y lo conmina a la acción.
Pero Hamlet duda. Es decir: no sabe si creer. Entonces se hace el loco, para
sacar de mentira verdad. Y lo logra: ve cómo el rey manda a espiarlo, ve cómo
se cierra el complot. Pero sigue dudando. Y entonces llegan a la corte los
actores. Y él ve lo que los actores hacen con la ficción: ve cómo el actor se
conmueve –fingiendo, es decir: actuando conmoverse- al recitar la tragedia de
Príamo, y se pregunta cómo él mismo, que tiene razones “de verdad” para verter
lágrimas, no puede hacerlo. Y allí resuelve: los actores “actuarán” frente al
rey, sin que el rey lo sepa de antemano, el asesinato de su padre. Y él,
Hamlet, observará al rey mientras el rey observa a los actores actuar su
crimen. Y así, ficción mediante, atrapará la verdadera conciencia del asesino y
traidor.
Hamlet ve fantasmas y
duda. Hamlet ve evidencias y duda. Pero Hamlet ve la actuación, y cree. Y a
través de la representación atrapa una conciencia. Da fe.
La función del arte
isabelino, la función del teatro declarada por el mismo Hamlet en la enorme
pieza de Shakespeare, es poner un espejo a la naturaleza para mostrar su
verdadera imagen. Esa “naturaleza” es la verdad, la más profunda verdad, y solo
se revela en el espejo, en el artificio de la imagen.
MARUJA ENAMORADA es,
en ese sentido, un relato ficcional que devela una verdad profunda que no podía
ser vista. ¿No podía ser vista? ¿Cómo? ¿No se trata acaso de historias
verdaderas tomadas del material biográfico de la actriz? ¿Por qué “ficcional”
entonces?
Bueno. ¿Grant es un
niño? ¿Yo soy lo que digo que soy?
Saber o no saber
Nuestra biografía es
un relato. Es lo que contamos que hemos vivido. Es el modo en que lo contamos.
Es lo que creemos que hemos vivido.
Hacia el final de la
tragedia Las bacantes, de Eurípides,
la reina Ágave, en un estado alterado de conciencia, exhibe la cabeza de
Penteo, su propio hijo descuartizado por ella misma, como si se tratara de la
cabeza de un animal. El viejo y sabio Cadmo tiene el poder de “curarla”, de
hacerla volver a la razón. Pero eso significa hacerla comprender que ha matado
a su hijo, y entregarla al dolor de vivir con esa conciencia el resto de su
vida. Entonces Cadmo duda. Se pregunta si es mejor saber, si es mejor ser
conscientes de nuestros actos, de sus raíces y de sus consecuencias.
Y resuelve que sí. Que
es mejor que la madre sepa. Y le devuelve la “razón”. Y con ella, la desesperación.
Cadmo le cambia a
Ágave un relato (maté a un león y aquí está su cabeza) por otro: maté a mi
hijo, y aquí estoy yo. Ambos relatos son biográficos. Saber o no saber. Vivir o
no vivir.
En las grietas del
relato biográfico de MARUJA ENAMORADA se cuela el dolor. ¿Qué es mejor para
nosotros?
El Tao del Sexo
Al final de un
hermosísimo ensayo de El Tao del Sexo[1]
esta tarde en el Cervantes, con Majo Gabin y Raúl Rizzo, charlamos con Laura
Gutman, la co-autora, que nos visitó. Yo les hablé de lo que denomino “teatro
terapéutico”, que es aquel teatro –muy presente en las postrimerías del siglo
diecinueve y primera mitad del siglo veinte- que confía en la siguiente
premisa: los personajes, en el climax de la obra, podrán finalmente decir y
confrontar con la verdad (o su verdad), y esto los destruirá o los sanará. Esa
verdad suele ser emocional, social y personal al mismo tiempo; es la
confrontación –biográfica- de Nora Helmer ante Torvald en el clásico de Ibsen:
mi vida entera y sobre todo mi matrimonio, ha sido un juego / un relato, en el
que yo era una nena y vos mi tutor. Qué quiero: ser adulta. Y por eso me voy.
El Tao del Sexo no opera con esa confianza milagrosa en el
poder de la confrontación dramática. No cree que el escenario resuelva, no cree
que la escena finalmente cure o destruya. Pero deja la posibilidad latente,
para que el espectador se la lleve.
Al final de MARUJA
ENAMORADA mi mujer, Carolina, los ojos
bañados en lágrimas, me dijo: “quiero abrazarla”.
La biografía humana
Valga esta atípica reseña
(de una hermosa y atípica obra), para recomendar el libro de mi amiga Gutman,
“La Biografía Humana”. Es un libro sobre un método de indagación personal que
parte de una premisa, si se quiere, teatral: el patriarcado nos fuerza a todos
a construir un “personaje” desde la primera infancia, para poder sobrevivir a
su terrible desamparo; un personaje hecho de palabras de otros que responde al
deseo de otros, y del que no somos conscientes.
La respuesta de
Eurípides al libro de Gutman sería: “es mejor saberlo, es mejor descubrir de
qué estamos hechos”.
La respuesta de Hamlet
sería: “el teatro nos permite atrapar esa conciencia”.
La respuesta de Ibsen
sería: “si podemos decir de qué estamos hechos, podemos cambiarlo”.
La respuesta del
biodrama, la dolorosa respuesta de MARUJA ENAMORADA (y a su modo de El Tao del Sexo) es más simple, material
y urgente:
“Aquí estoy: este es
mi cuerpo, este mi relato”.
Que el espectador, su
corazón y su conciencia, puedan tomarlo.
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