lunes, 23 de mayo de 2016

Sobre LA PIEL DEL POEMA, de Ignacio Bartolone

El viernes 13 fui ver LA PIEL DEL POEMA, de Ignacio Bartolone. La obra está ahora haciendo funciones en El Extranjero (Valentín Gómez 3378  4862 7400), viernes 23 hs


Poesía masculina
Allá por 2010, en un rincón del Abasto, se reunía por primera vez ante el público ese increíble “Taller Masculino de Poesía” mediante el cual el grupo La Fronda daba vida a la última obra del querido Alejandro Acobino: Absentha [1]. Un tremendo y vengativo coordinador de taller ensamblaba un heterogéneo grupo de poetas y los llevaba, ajenjo mediante, al combate estético (y físico) a fuerza de invectivas y castañazos.
Seis años después, en los Esteros del Iberá, renace el entrañable y desopilante espíritu de la poesía en acción, en una de policías y fantasmas que sería, seguramente, muy del agrado del recordado Aco.

Síntesis argumental
Bajo el embrujo de amor de un gaucho aparecido, una joven desaparece en los esteros correntinos. Acudirán a su poético rescate dos intrépidos prefectos y su gran amiga, secretamente enamorada.

William Shakespeare Porá
El primer tributo quizás es inconsciente. Este segundo, el shakesperiano, es ineludible. Su ambiente es la Noche de Verano, en el descampado, donde habitan los duendes. Sus peripecias son las de los amantes, frustrados, perdidos, desesperados, hechizados y entrecruzados. La ambientación litoraleña de tramas isabelinas ya fue ensayada, con éxito, por Maruja Bustamante en “Adela está cazando patos”, que tal vez marcó un hipotético punto de partida para una serie muy productiva de obras “litoraleñas” en el teatro independiente de Buenos Aires: a la clásica “Paraná Porá”, de la misma autora, se pueden sumar las notables “La Pilarcita”, de María Marull[2] y “Los hombres vuelven al monte”, de Fabián Díaz, ambas muy recomendables, en cartel.

El acento como función poética
El proceso de ensayos de La piel del poema contó con un asesor en acento correntino. Literalmente, un colega actor y dramaturgo, que aparece en el programa como “Asistente Técnico”, se encargó –muy bien- de dar indicaciones sobre expresiones, modismos y, sobre todo, acento oral. Ninguno de los actores (creo) es correntino, y todos manejan a lo largo de la hora y media de función, el acento con naturalidad. Esto sucede también con las dos brillantes protagonistas de “La Pilarcita”, pero el efecto es muy otro. Mientras en La Pilarcita lo que se busca y se obtiene es un contraste entre la cadencia cansina, de siesta, de no suceso, del interior, en ese hotel de pueblo donde se alberga una enérgica mujer de ciudad y su misterio, y el ritmo nuestro: el del espectador de la ciudad, el del lugar de la utopía de sus protagonistas, en La Piel del Poema el acento se empareja en todos y con todos (incluyendo al increíble gaucho fantasma), y sólo contrasta, por momentos, con la entonación poética. El “poema” es tema en esta obra, pero también es, a su modo, principio constructivo. Es una obra hecha de cuerpos, como todas, y de lenguajes tematizados: el gran lenguaje de la oralidad, ese “desecho” del que habla Kartun, con el cual los dramaturgos hacemos nuestro arte, aquí, gracias al notable efecto de corrimiento que el acento correntino permite, entra en juego de ecos y contrastes con las “otras” formas poéticas puestas en escena: el “verso moderno” de las tremendas clases de poesía grabadas y, por supuesto, la gauchesca.

Policía poeta y policía ladrón
Años ha, una especie de policía cantante asolaba las degradadas pantallas televisivas de nuestra triste patria. Aún deben circular videos de aquel patético corrimiento de sentido, de cuyo nombre no quiero acordarme. Saber que todos viernes a la noche, el policía poeta de Ignacio Bartolone sube a escena, redime mi memoria.

Gaucho puto, gaucho muerto
“No trate de economizar sangre de gauchos”, le recomendaba Domingo Faustino Sarmiento al viejo Bartolomé Mitre, tatarabuelo político de nuestro pérfido Ministro de Cultura de la Ciudad. “Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos”.
Decí que vienen las nuevas generaciones, y donde hubo un gaucho muerto, ahora polvo queda, y polvo enamorado.
Gran, gran, gran gaucho gay, inolvidable fantasma alto seduciendo el diminuto cuerpo de la cautiva.

Electrónica, dupla y tradición
La piel del poema  es un espectáculo para disfrutar en distintos niveles, y de un eclecticismo delicioso. Tiene una banda musical en vivo ejecutada por Franco Calluso que no solo acompaña, sino que comenta y en, ciertos momentos muy expresivos, protagoniza la escena –encontrar sonido electrónico en una aventura gauchesca en el corazón del Iberá dice eso, y mucho más, y otra cosa-. La obra también se estructura por duplicación de la dupla cómica, esto es, dupla al cuadrado. Están los enormes y queribles “el gordo y el flaco”, Ariel Pérez de María, con citas constantes a Porcel, comentario a su vez de una larga tradición de la actuación cómica argenta, y el flaco Luciano Ricio, poeta de una precisión imprescindible. Pero las dos chicas, la ruda (y talentosa) Karina Elsztein, y la colgada, la chiquita, notable y verborrágica Cristina Lamothe, también son dúo cómico. Absolutamente eficaces en el contraste, la larga escena en la que una habla y la otra solo escucha y fuma tiene el atractivo de lo clásico. Finalmente, el fantasma Marcos Ferrante se hace consciente del mito y lo ofrece, en el monólogo final, donde la obra merecía terminar (Bartolone agrega un epílogo, a gusto del espectador9.
  
Tu sexo a la deriva
Y esa loca ilusión que algún día… Cantaba Miguel Mateos en 1984. El sexo a la deriva en esa barca de nombre adulterado no deja de ser, para mí, que vi la última función en el Centro Cultural Ricardo Rojas, una secreto homenaje a aquellas irreverentes, frescas y procaces obras de sus décadas de vanguardia.  
  



[1] (para leer su reseña en este blog, click aquí)