martes, 20 de abril de 2010

Sobre REVELACIÓN, de Agustina Gatto

El sábado fui a ver REVELACIÓN, de Agustina Gatto –dir: Tatiana Sandoval (Sábados 20.30 en NoAvestruz, Humboldt 1857 -4777 6956)

Dios es un monólogo
En mi reseña Sobre la Ira de Dios de mediados de marzo (click aquí) expuse erróneamente la idea de que “en la actualidad pocas obras se dirigen, versan, convocan o discuten a Dios”. En aquel contexto desde el que hablaba, aún podría defender ese pensamiento, pero si luego de esa reseña vino la de El Anatomista, y luego esta de Revelación, es evidente que la alusión al Dios de nuestras religiones roza casi la obsesión –tal vez no en todo nuestro teatro, pero sí al menos en este blog-. En Revelación, de Agustina Gatto, el Dios temático y su enorme ausencia se instala desde el principio, desde la reforzada vigencia del rezo, que es una de las formas clásicas del monólogo, a partir del cual el texto-obra se abre camino por las aguas teológicas de una poética que redundará en las formas genéricas de lo religioso: la plegaria, la parábola y la alegoría.

Dios es un modo de hablar (o Las formas de la religión parte II (parte uno en “Sobre El Anatomista”, reseña anterior)
Decíamos ya en la reseña anterior que “en Rosa Mística, en Los desórdenes de la carne (pueden leerse las reseñas de esas obras en este blog), la cuestión religiosa es política y social. En El Anatomista es pública y sexual, en términos de la más célebre intervención política de la religión sobre el cuerpo femenino”. En Revelación, dice la autora, “Dios es una relación” -que nos envuelve en “los laberintos de nuestros imaginarios literarios y religiosos”, añade la directora-. Desde mi punto de vista, la consumación de Dios y la Religión en esta obra es la palabra: el modo en que se puede (o resulta imposible) hablar aquí y ahora de la íntima –verdadera o sincera- religiosidad.

Síntesis argumental
Un hombre que busca a su perro entra en la casa de una mujer que reza. El perro duerme (o yace) hace días en la cama. El hombre se quedará y entablará un enigmático, erótico vínculo de connotaciones sagradas.

Buscado
Uno de los aportes genéricos del Maestro Oral en las religiones –prefiguradas de mitos, leyendas, cosmologías y poemas sagrados- es la enseñanza por medio de parábolas. Las más famosas son las del Nazareno: los talentos, el hijo pródigo, la oveja perdida. Todas hablan de un Gran Padre y la relación de sus dones, sus hijos y sus deseos, coherencia que no contradice el núcleo central: el del Hijo que, alabándolo y luego rogándole y luego llorando sangre y suplicando y clamando al Padre desde el cadalso (“Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?”), será igualmente sacrificado.
Las figuras de la parábola son el padre y sus hijos, el pastor y sus ovejas; la pérdida y la búsqueda. Agustina Gatto trabajó la inversión del mito de Telémaco en su interesante obra Buscado (click aquí) donde un padre que busca al hijo y no a la inversa. Allí prefiguraba, en otro tono y con otras figuras, esta Revelación.

El pensamiento alegórico
A diferencia de aquella obra, esta no es mítica, es religiosa, y echa mano con solvencia a la plegaria y la parábola pero, como señalábamos también, a la alegoría. La alegoría, aquella batalla medieval, si se quiere conceptual, del bien contra el mal expuesta en figuras simbólicas sobre un tablado o escenario, tiene su belleza pero también sus riesgos, y estos son, me parece, subrayados por la puesta: el perro rencor se salva como figura dramática en la notable escena de la riña, pero tal vez la oveja fascinación y el caballo/yegua milagro, y las resonancias desérticas de profetas, el Juan que está por venir, el agua de los bautismos y la huida, tal vez, decía, pretendan querer decir un decir que queda dicho y se desliza, insatisfecho, entre las sutiles tramas de los hechos.

Mística revelación: un bonus track
Autor y director de Rosa Mística, no puedo dejar de percibir y disfrutar nuestros remotos y a la vez intensos parentescos: las estampitas rotas, los rezos, el altar, el agua y la consumación por el fuego.

miércoles, 14 de abril de 2010

Sobre EL ANATOMISTA, de F.Andahazi, versión de L.Casaux

El lunes fui al estreno de EL ANATOMISTA, de F. Andahazi, versión de Luciano Casaux, dir José María Muscari (Teatro Regina-Tsu, mié a domingos)

Las formas de la ciencia
La imagen es pura, esbelta: con notable precisión actoral Alejandro Awada, vestuario neutro, pura palabra encarnada, expone a la platea el núcleo filosófico de aquella ciencia incipiente de un siglo que no podía descartar el alma. Su objeto: la diferencia sexual. La teoría: el semen tiene alma, porque la sexualidad masculina la tiene. El cuerpo (el sexo) del hombre es función del alma. El cuerpo (el sexo) de la mujer, en cambio…

Las formas de la religión
En Rosa Mística, en Los desórdenes de la carne (pueden leerse las reseñas de esas obras en este blog), la cuestión religiosa es política y social. En El Anatomista es pública y sexual, en términos de la más célebre intervención política de la religión sobre el cuerpo femenino.

Síntesis argumental
Italia, siglo XVI. Mateo Colón, anatomista, se enfrenta a juicio inquisitorial a causa de sus estudios y descubrimientos sobre los órganos sexuales femeninos. A través del proceso se vislumbran, fragmentados, los aspectos biográficos del erótico recorrido de su investigación científica.

Las viejas fisuras del sólido patriarcado
Que la mujer sea histórica y persistentemente un objeto y no un sujeto del pensamiento es la base firme, aún vigente, del patriarcado. El hecho de que la mitad de los seres humanos sean mujeres expresa, según este sistema de opresión, una “diferencia” (digámoslo también: jerárquica), no una condición ni una identidad. De cerca, el patriarcado suele ser invisible (no “vemos” la menor paga por igual trabajo, la violencia de género, la discriminación, el abuso), pero en perspectiva nos asombra. La distancia puede ser cultural o, como en el caso de El Anatomista, histórica. Nos maravilla que el “descubrimiento” de un órgano como el clítoris haya sido motivo de escándalo político -bajo pena de muerte- hace cinco siglos, o motivo de censura en un célebre premio literario de una década y media atrás. La diferencia está escrita por los varones sobre el cuerpo de las mujeres: su asombrosa sexualidad sin alma era/es incomprensible, irrepresentable.

De esa incapacidad de representación abreva esta historia, en principio literaria, que experimenta un paso a la escena en la versión de Casaux y Muscari.

La irreverencia
El problema reside, tal vez, en aquella trama histórica, política y amorosa y sus actuales condiciones de representación. La adaptación echa mano de una convención dramática probada (en ciertos casos): el juicio, y lo hace colocándolo en el centro estructural de la representación. Desprendiéndose de las distintas argumentaciones y episodios evocados ante el tribunal, las escenas eróticas, biográficas, narrativas, se suceden e intercalan en fragmentos, con un narrador extradiegético (función duplicada, aunque es la misma: la encarnan sucesivamente Walter Quiroz y Alejandra Rubio y Romina Ricci).

La presencia de este narrador devela, explicita tal vez, los límites dramáticos de ese esquema-juicio. El oponente -el Inquisidor, el gran Grimau- es sólo funcional al recurso, al modo de contar las escenas que interesan, que siempre son las otras. No es un verdadero oponente; de haber alguno, pareciera más bien el tiempo, y la ignorancia.

Conciente de estos problemas, la mano irreverente de Muscari suple la falta de interés estructural con ese sorprendente talento para la sorpresa y la insolencia -a riesgo de anticipar el efecto digo: la escenificación paródica de cantos y fiestas religiosas es, a nuestro presente, lo que la exaltación literaria de un clítoris fue a la señora Amalia Lacroze de Fortabat en 1996.

El Ojo: bonus track
En la planta escénica hay un ojo que, cada tanto, emite (o guarda, o ve) imágenes de video. La realización es del también dramaturgo y director Diego Casado Rubio. Impecable, sutil, erótico, el ojo consume, compite y ciertamente gana en muchos momentos la batalla a la escena que habita a sus pies.