Del 4 al 7 de noviembre asistí al ENCUENTRO REGIONAL DE TEATRO (NOA) organizado por INT (Instituto Nacional del Teatro) en la ciudad de Salta y vi las siguientes obras:
- KATHARSIS, del grupo Egocentric-us, Catamarca -la foto corresponde a este espectáculo-
- ASULUNALA, del grupo El Cofre, Salta.
- REM, del Grupo Índigo, Tucumán.
- EN BRAZOS DE ALFREDO ALCÓN, de Elena Bossi, dir: M. del Carmen Echenique, Jujuy
- MEDIO PUEBLO, del grupo Calavera Teatro, Tucumán.
- EL MALENTENDIDO, del grupo La Sardinera del Norte, Salta.
- PUEDO ENTENDER TU AULLIDO, del grupo Tuerca Suelta, de Santiago del Estero.
El siguiente es un primer comentario sobre la actividad específica para la que fui convocado: el “café desmontaje”. En una próxima actualización del blog reseñaré brevemente las obras.
Café Desmontaje y la Devolución Violenta
Soy un participante nuevo en las actividades del INT y desconozco buena parte de sus tradiciones y costumbres; la mayor parte de las veces no me doy cuenta bien de qué se trata, me asombro, me sorprendo, me perturbo, me entusiasmo. En esta ocasión, estuve toda la semana en Salta invitado a hacer el “café desmontaje” de las obras: un encuentro informal con los realizadores de las obras y el público, un espacio para comentar, analizar, redescubrir las obras de la jornada. Esta actividad participa de una tradición de las fiestas teatrales llamada “devolución”, en la cual unos pocos artistas y/o críticos y/o docentes que han visto las obras, al día siguiente convocan al público y a los miembros del grupo que han presentado las obras, para comentarlas. Hasta el momento de hacerme cargo del Café Desmontaje en este Encuentro, sólo había visto una devolución –durante la última FIESTA NACIONAL DE TEATRO en Formosa–.
Pocas veces asistí una ceremonia de análisis y comentario de obras tan violenta. Lo reformulo: nunca asistí a una actividad de análisis crítico de obras tan violenta. Me tomó por sorpresa; no lo había imaginado, no estaba preparado para esa violencia. Me sorprendió también saber que las jornadas previas habían estado también signadas por la violencia. Por relatos y comentarios posteriores, finalmente pude entender que el clima de agresión era casi una constante en las “devoluciones”. En aquella Fiesta Nacional estuve poco tiempo, pero sus imágenes perduraron: los actores y el director de la versión rosarina de mi obra La pecera sometidos a un juicio público, obligados a “defender” ante los espectadores tal o cual criterio, o a ser defendidos (y también atacados) por el público presente, o por algún otro panelista. Me pareció comprender por qué los elencos invitados a las devoluciones se resistían a ir, por qué las sentían como obligación y se preparaban belicosamente para enfrentarlas. Por qué el público (formado, en gran parte, por los demás elencos) se veía, en esta dinámica, forzado a tomar una postura de “adhesión” a los grupos, o a ser testigo de la pelea personal.
Seis meses después, el Instituto me invitó a mí a realizar una actividad similar. Después de haber visto aquella devolución en funcionamiento, tenía que preguntarme antes de aceptar qué función cumpliría un “café desmontaje” a mi cargo. O mejor, qué función debería cumplir.
Pensé lo siguiente:
a) Si un grupo me pide mi opinión sobre su obra –en un ensayo general, en un estreno, en alguna función–, me lo pide en privado. Y yo le doy mi opinión en privado; no convoco al público a esta ceremonia.
b) Si yo invito a los espectadores a analizar un espectáculo, a compartir y discutir criterios, a criticar positiva y/o negativamente la obra, no invito a su vez a los artistas y los expongo delante de todos para ver cómo reaccionan, porque esto los inmoviliza en el lugar de la defensa (un lugar que no merecen, sea cual fuera la calidad de lo visto)
En ambos casos, la crítica del espectáculo puede ser implacable y, sin embargo, en ninguno de los dos casos generará el tipo especial de violencia visto en Formosa. ¿Por qué? Porque aquella devolución juntaba ambas instancias sin que nadie lo pidiera: criticarle a un grupo lo que ha hecho, en frente del público que lo ha visto.
Creo que una crítica puede ser despiadada. Que un análisis puede mostrar crudamente los aciertos y desaciertos de un espectáculo, y al mismo tiempo estará exponiendo a la mirada inteligente, los aciertos y desaciertos del crítico. Creo que no sólo los críticos sino también los creadores ejercemos estas actividades permanentemente. Lo hacemos con nuestros colegas creadores y con el público en mesas redondas, en entrevistas, en artículos, en comentarios, en grupos, en cafés. Pero también creo que en una instancia de Encuentro debemos partir del eje de ese encuentro: el de los creadores y los espectadores –no del crítico y los creadores, o del crítico y el público–. Creo que un desmontaje en conjunto con los realizadores de un espectáculo parte de una celebración y de un homenaje. A menos que estemos hablando directamente de/con usurpadores –presentes en una fiesta sin ningún mérito– o que realmente pensemos que el lugar de la crítica nos eleva por encima de los creadores –a quienes podemos “corregir” públicamente con el tono pedagógico de una evaluación–, el desmontaje es una celebración de la existencia misma de la obra –celebración que bien puede incluir el desagrado y la fascinación–, un homenaje a esa instancia en la que el trabajo de un grupo se encontró con el público y fue, gracias a todos los presentes, la obra de la que hablaremos a continuación.
Busqué estos días hacer crecer el efecto de las obras ante quienes vinieron al Café Desmontaje; poniéndolas en relación con otras obras, otros textos, otros procesos, otras cajas de resonancia. Busqué estimular a los creadores a darnos imágenes y pensamientos de sus procesos. Busqué que la crítica se transformara, en última instancia, en pregunta y desafío para todos –para mí, para el elenco, para el público-. Las preguntas abren caminos. No puedo resumir la dinámica del desmontaje de estas obras aquí. El audio de al menos dos de las tres jornadas está grabado y quizá el INT pueda publicar un dossier. En el espacio que queda, daré una imagen o dos de las obras cuyos desmontajes compartimos, a modo de anticipo de un comentario más detallado en la próxima reseña de este blog.
Katharsis Katamarka
Un grupo teatral que ha sufrido una tragedia elabora su propia catarsis y la convierte en obra. La obra habla de su misma composición y se presenta cruda, enérgica, ante su público. Al hablar de sí misma expone algo que está más allá, fuera de sí.
KATHARSIS es el crudo símbolo de lo no dicho en la ciudad que es, para todos nosotros, el símbolo nacional del silencio.
Aurora Asulunala
Dos niños rompen a piedrazos (de cerbatana) las luces del escenario. Escupen a la platea y compiten a ver qué escupida llega más lejos. Los dos vinieron de la panza de sus madres, no de sus padres. Pero queda la duda, que la platea festeja o rechaza, sobre los mitos del repollo y de la cigüeña.
REM y Barack Obama
Un negro es elegido presidente de un enorme país de tradición racista. El grupo de rock REM apoya públicamente a Barack Obama. REM es el nombre de una de las fases del sueño. Aquella en la que el cuerpo sufre una parálisis que evita que el soñante alucinado se haga daño a sí mismo. Un grupo de actores expone la ilógica teatralidad de esa (rem)presentación. Estamos hechos de la misma materia de los sueños y dentro de la tetera de Alicia en el país de las maravillas, buscamos locamente el conejo. No está allí porque, ahora, es negro.
Hola, soy Alfredo
¿Alfredo Alcón es la telefonista del INT? ¿El INT es su casa? ¿Una abuela jujeña fue su amante? Se dice que el guitarrista de los Rolling Stones aspiraba las cenizas de sus padre mezcladas con cocaína, pero son habladurías. En los brazos de Alfredo Alcón, las ilusiones son más terribles que los sueños.
Medio Pueblo más Medio Pueblo es Medio Pueblo
Si sumamos la mitad antigua más la mitad moderna de nuestro pueblo, sigue dando medio pueblo. Eso sucede en este pueblo, ciudad, país. Sólo hablamos de lenguaje. De mitos. De política.
Dios Malentendido
El asesino es el mayordomo. El mayordomo es Dios. Asesina por omisión; sus manos son las manos de sus hijos.
La loba atiende el teléfono
Te voy a poner una bomba en la cama donde te acostás con tu nueva mujer, perro. Puedo escuchar el aullido de todas las lobas.
1 comentario:
qe buen blog de teatro,,,voy a pasar mas seguido! muy bueno lo de open house, el disco, buenisimo!! homenaje a warhol
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