lunes, 17 de agosto de 2009

Sobre NIÑOS DEL LIMBO, de Andrea Garrote

El domingo fui a ver NIÑOS DEL LIMBO, de Andrea Garrote, al Camarín de las Musas (sáb 23 hs, dom 18 hs, Mario Bravo 960)

El pecado original y las mareas del tiempo
Según la teología cristiana, el hombre tiene una propensión natural a obrar el mal en todas las dimensiones de su conducta –la “concupiscencia”, nombre técnico de esta inclinación pecaminosa, no se refiere únicamente a la conducta sexual sino a todo el amplio espectro de la maldad–. Somos naturalmente malvados a consecuencia del pecado original, condición genética o genealógica de la que, si bien no somos responsables, somos culpables de nacimiento.

El texto citado en Rosa Mística[1] –de próximo estreno en el Konex en septiembre– respecto al “fuego bajito” que Dios les pone como tortura en el infierno a los bebés muertos sin bautismo se refiere, por supuesto, a la condición violenta de nacimiento de los chicos marginales (el coprotagonista de la historia es un pibito de la villa que se vincula con la hija del policía), pero también es literal, teológico, y aceptado como dogma de la fe: desde San Agustín en adelante, el niño no bautizado no es inocente y, si muere, arde en el infierno. Recordemos, además, que la Comisión Teológica Internacional presidida por Joseph Ratzinger antes de su elección como Papa, subrayó y ratificó el infierno como un lugar real, verdadero (no una metáfora), y recordó que el “limbo de los niños” –ese lugar hipotético en los suburbios del infierno, donde el fuego no quema tanto– era sólo eso, una hipótesis entre otras, no una verdad. La salvación de los niños del infierno es sólo una (lejana) esperanza. Recordemos de paso que, de modo cínicamente paradójico, nuestro mundo laico ratifica esa infame doctrina en sus infiernos sociales, en los que vemos frente a frente, cara a cara, día a día, a los niños arder.

Limbo: una síntesis argumental
Se entiende entonces que el “limbo” es una conjetura en el universo de la fe y los dogmas, es decir, una conjetura de conjeturas, puesto que por definición, el dogma y la fe son verdades que no pueden (no deben) comprobarse para poder existir. En un lugar conjetural que no es purgatorio ni cielo, y que a los sumo es región fronteriza de un infierno al que por su propia existencia desarticula, los niños, símbolos de la inocencia, pagan sus culpas o sobreviven a su condena.

En la versión escénica de Andrea Garrote, una profesora de taller literario recibe en su casa a secretos y violentos conspiradores creyéndolos nuevos talleristas . Así como la naturaleza de Oscar Wilde copiaba al arte, la trama de la realidad intentará burdamente copiar a la inocente literatura.

Composición tema “espionaje”
Lo real, en Niños del Limbo es una trama, es decir: la abstracción sugerida en la mente del lector por una serie de sucesos vinculados en una lectura. Lo curioso, lo argentino, si se quiere, es que la lectura que da forma a la trama de la realidad puede ser previa a esa realidad, puede dictarla. Shakespeare dicta la mítica conspiración de Nolan en Tema del traidor y del héroe[2]; Conrad dicta la extravagante conspiración de estos niños que quieren hacer volar un símbolo de la inocencia. A partir del estímulo que este procedimiento de inversión del par ficción/realidad inyecta en la comedia, los Niños del Limbo divergen y convergen en la exposición y exploración de los procedimientos literarios que la misma obra-taller parodia. Así, con eficacia casi filosófica, literaliza los sentidos figurados, hace un loop de la metaficción -de la lectura que deviene realidad y luego se vuelve a leer deformada- y finalmente, como dicta la teoría, deja en manos del lector la operación del género: aquel que lee dota a los hechos de su marco de sentido.
Todo procedimiento literario será ofrecido, en esta obra, al análisis o al disfrute, incluyendo la propia conformación del taller, organizado (tal vez demasiado explícitamente) sobre la disrupción –esa estabilidad preñada de caos que proviene de lo “inadecuado” de sus integrantes–.
Por origen, por trayectoria artística, por condición literaria y por afinidad de procedimientos, Niños del Limbo debería regirse por las leyes (¿leyes?) de la catástrofe: aquellas de la desgracia, del leve error de lectura que se realimenta y provoca cataclismos, del mal ciframiento del código que a su vez es mal leído y por efecto de sus turbulencias provoca sentido.
Y sin embargo, la comedia….

Comedia
Pienso este último apartado de mi reseña antes de leer lo que la autora y directora escribe sobre sus Niños… Pongo el subtítulo “comedia” y luego abro el mail. Dice A.G.: “existe un prejuicio bastante instalado que es la idea de relacionar a la comedia con la superficialidad y a lo solemne con lo profundo. Niños del limbo es una comedia. Una de puertas en un taller literario. Pero es nuestra manera de reflexionar sobre varios temas que nos inquietan…”.

Donde Andrea dice “una de puertas” yo había traducido, previamente, una “de enredos”. Creo que es lo mismo. Niños del Limbo es, entre todas las cosas, también una comedia clásica de enredos, y exhibe, estilizando sin parodiar, sus principales procedimientos –tal vez todos–, subidos a la matriz del procedimiento por excelencia: la ironía dramática, es decir, el desbalance de información por el cual el público sabe todo aquello que los personajes, con sus miradas parciales, desconocen.
Sobre este saber, y sobre la observación y el disfrute de la ceguera de los comediantes, se amalgama todo lo que la obra tiene de clásico. Y no obstante, hay una fisura o quizás un desliz, que fuga hacia fuera de la típica comedia de puertas: en Niños del limbo no se termina de simpatizar con nadie, no hay ninguna voluntad a la que uno acuda en auxilio y deseo (la candidata hubiera sido, claro, la profe, pero ella es una simpatiquísima víctima del malentendido, no un vector del deseo). Sin duda, esta exterioridad es un mecanismo consciente y logrado. Lo inadecuado vale tanto, en su poder de simbolización, como cualquier otro lenguaje. La voz de la verdad, el discurso que hará caer el último engaño, queda en boca de aquel que no puede articularlo.
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El bello rostro de la Luna
Hablamos de niños, infiernos y limbos. Quiero agradecerles a todos los que en persona, por teléfono, por mail, en sus deseos o en sus pensamientos, soñaron la luz de la luna. Mi pequeña Luna sopla ahora una corneta y come cuadraditos de avena junto a mí. Le quedan un par de nebulizaciones, pero cuando entre llantos pregunta: “¿ta tá?”, su padre recuerda que no cree en el pecado original, ni en infiernos, ni en bautismos, ni en sacrificios redentores.

Y entonces, sin que me vea Dios, le quito la mascarilla y la dejo seguir jugando.
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NOTA FINAL ACLARATORIA: la presente reseña de NIÑOS DEL LIMBO es una versión reducida de la originalmente publicada en ese blog. Para leer la versión completa (que analiza en detalle la trama), por favor solicitala por mail a iapolo.blog@fibertel.com.ar . Muchas gracias.
[1] Estreno: jueves 3 septiembre. Funciones jueves a las 21 en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131 – (4864-3200)
[2] de Jorge Luis Borges, en Artificios, 1944.

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