viernes, 20 de abril de 2012

Sobre RAIN MAN, de Dan Gordon, y VUELVE, de Paula Marull



El viernes fui a ver RAIN MAN, de Dan Gordon basada en la película de la MGM, al teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062, 4815-5665/4812-4228), sábados 20 y 22.30 hs, domingos 20:00 hs, miércoles, jueves y viernes 21 hs, y luego VUELVE, de Paula Marull, a El Kafka (Lambaré 866, 4862-5439), los viernes 23.45 hs.

Misteriosa (fabulosa) Buenos Aires

Viernes 13, abril de 2012, Buenos Aires. 21 hs. Un BMW me torea y me arrebata un lugar junto al cordón de una de las veredas de la mítica Rodríguez Peña, la calle de “Casa Tomada” del gran Julio C, mientras yo, a las puteadas, giro con mi fordcito Fiesta 2004 para buscar una alternativa. Lo dejo en Marceloté y me apresuro entre estudiantes que salen de las privadas, turistas, embotellamientos, hasta llegar a uno de los pre-estrenos de Rain Man en La comedia, atestada de gente. Busco a Carolina, que ya se encontró con nuestra invitada de honor, la escritora Laura Gutman. Saludo, encuentro lugares, hojeo el programa de mano, la vieja compañera de aventuras Ale Ciurlanti me saluda cuando ya estoy en la platea. Una hora y media después un teatro de 450 butacas aplaude de pie. Yo estoy de pie también y me pregunto hace cuánto tiempo que no veo eso: todos de pie, incluyéndome. El telefonito smart que me compré el año pasado, y que desde que Movistar fue hackeada anda para atrás (recomiendo enfáticamente cambiarse de compañía ), me ofrece un GPS para llegar a Lambaré 866, donde las hermanas Marull presentan “Vuelve”. Parto raudo y cruzo en la noche la frontera que separa, con amplio espacio, el circuito comercial del circuito alternativo de nuestra saturada Buenos Aires. Llego a El Kafka, que espera a su vez la llegada de uno de los actores. Me digo: esto es mi Buenos Aires teatral. En la calle Corrientes, un apagón de media hora retrasó la función de “Mineros”, uno de cuyos actores cada viernes cruza la misma frontera que yo, del centro a la periferia, de una sala de 500 a una sala de 50, para actuar otra obra. En el hall, tomando una coca, la notable actriz Julieta Zylberberg. Cerca de las 0.10 llega corriendo el actor, El Kafka se apresura, dan sala, y el segundo milagro de la misteriosa Buenos Aires sucede, ya perdido el viernes 13: en un rincón de Almagro, una pequeña y conmovedora obra celebra la creatividad y da sentido al recorrido.

Síntesis argumental

Vamos con la primera. Todos conocemos la película; si no, cierra lector esta pantalla y bájate (o cómprate o alquílate o suéñate) Rain Man, de Barry Levinson, 1988, con Dustin Hoffman y Tom Cruise. Charly, un joven vendedor de autos de lujo en California, de dudosa ética y lleno de deudas, se entera de la muerte de su padre, de quien se ha alejado hace tiempo. Expectante de la millonaria y salvadora herencia, descubre que tiene un hermano mayor, hasta ese momento desconocido, que recibe todo el dinero, dejándolo a él sin nada. Este misterioso hermano es un “autista genio”, recluido hace tres décadas en un asilo de la costa este. Charly se lo llevará de allí, escapando de la ley y buscando un modo de conseguir algo del dinero, sin saber que el mítico viaje hacia el lejano Oeste es un viaje hacia el pasado que retorna y, tal vez, restaura.

Atlanta, Cincinnati, River Plate

La primera alusión a Cincinnati es demoledora. ¿Cómo harán en un escenario convencional de un teatro a la italiana, dos actores argentinos y un elenco complementario de tres actores más para competir con el recuerdo y la omnipresencia de una de las películas más míticas del mejor Hollywood con el que nuestra generación se formó? Encima, una road movie, donde el viaje es tema. No es una vieja película de culto: es Rain Man. Es uno de los más (si no el más) notables trabajo de un jovencísimo Tom Cruise, que habría merecido el Oscar que recibió, no obstante y con toda justicia, su coprotagonista, el inmenso Dustin. Es la presentación al mundo del autista genio. El inolvidable Buick cruzando las rutas del Middle West. Los trajes grises, gemelos, de los hermanos reencontrados, subiendo las escaleras mecánicas de Las Vegas. Es Dustin mirando un lavarropas como si fuera una tele. Es el primer plano de Tom atravesado de dolor por el último y aplastante despojo de odio de su padre, que desde la muerte vuelve a atravesarlo. Es Atlanta vs River Plate, la revancha tras el 7 a 1 (gol que nuestro Sebas Wainraich, dice, igual gritó). No hay partido, según los especialistas. No hay paridad. Y sin embargo, gol de Atlanta, expulsión del zaguero Funes Mori. Y a cobrar.

La versión teatral de Rain Man, por Fabián Vena y Juan Pablo Geretto, es notable.

Road movie, soul play

¿Cómo se adapta una “road movie” a un escenario? La ingenuidad de nuestra imaginación intentará proyectar imágenes, poner autos, apelar a sonidos, hacer movimientos, que el escenario concreto no podrá reponer. La virtud del adaptador Dan Gordon es comprender que se trata de un viaje al interior del alma, al pasado herido, a la voz materna que partió pero dejó un Hombre de Lluvia que le cantaba, y que con la misma y conmovedora voz, treinta años después aún puede restaurar la herida.

La luz

La obra está contada por la actuación, pero también por la extraordinaria iluminación de Eli Sirlin que el dispositivo escénico visual de Ferrari permite y acentúa.

América

A diferencia de numerosas y malogradas adaptaciones de la dupla agencia, este espectáculo dirigido por Alejandra Ciurlanti comprende que no basta con volcar a un castellano neutro con algunos modismos locales un texto extranjero para que sus personajes existan. Algo sucede con el esencial recorrido por aeropuertos, moteles, casinos y rutas de América: son lugares del alma, son metáfora precisa. Por eso, somos ellos.

Ciurlanti, Geretto, Vena

Los trabajos de Ciurlanti son muy diferentes entre sí. En un recorrido de los últimos veríamos que el poético espectáculo de Koltés La noche antes de los bosques, con Mike Amigorena a solas en medio de las luces y las sombras es prácticamente una contracara del siguiente, El cuento de la mujer del alergista, que intentaba transpolar un éxito básico de Broadway de referencias imposibles. Aquí, en cambio, los actores están “a diez centímetros del piso”, como solía decir la directora en aquellos ensayos de hace once años, cuando adaptamos Casa de muñecas. Geretto es una curiosidad: un actor que se caracteriza por la multiplicidad absoluta de su expresión, alguien que es reconocido como artífice de las mil caras, tiene que hacer una sola, casi neutra, llena de un alma que aflora en lo mínimo. Está a la altura, pero no se priva de un guiño cómplice con “su” platea, que modifica enteramente el carácter de su personaje, pero que cariñosamente le aceptamos: Raymond haciendo imitaciones “perfectas” de sus programas de TV… Y Fabián Vena, enérgico y profundo. Sostiene todo. Lo escucho protestar permanentemente, permanentemente por todo, mientras no para de avanzar, y le digo a Caro al oído: “Fabián Vena soy yo”.

Síntesis argumental II: Vuelve

Y la segunda. “Vuelve”. Una joven pueblerina que habita la gran ciudad hace años, recibe a su hermano en su depto. Partirá, casi sin entender, en un viaje de disfraces que la aleja de sí misma y la pone en un peligro, quizás inevitable, para poder volver.

Jarabe de tiempo

Decía el gran Maestro Mo-Ka, el teatro es “jarabe de tiempo”, es decir, es su condensación. Uno ve una obra durante 70, 80 minutos, y tiene, no la sensación sino la EXPERIENCIA, de haber vivido horas, días, meses, una vida.

Por lo general, el teatro hace “jarabe” con sus transiciones, con el poder evocador de las imágenes que convocan otros tiempos y con la acción dramática acentuada, que recorre y acerca entre sí los momentos de inflexión de una historia: en lugar de esperar media hora minutos entre una promesa y una traición, el teatro hace transcurrir pocos instantes.

Hay otras formas, por supuesto, de jarabe de tiempo. Yo creo que una de ellas es la verdad. Otra es la metáfora. No son excluyentes: Paula Marull, notable discípula de Dramaturgia, sabe de transiciones y condensación, sabe de extraescena, de alusiones, de elipsis. Pero allí donde su complemento, María, se inclina sobre el regazo del chico que canta, y “no pasa nada”, allí el largo tiempo de la reparación, el regreso, el “veinte años no es nada”, se condensa. Cinco minutos de nada señalan que todo lo demás es todo.

El cuerpo en el teatro alternativo

Una de las ventajas (dadas por mecanismos de supervivencia) del teatro alternativo es su capacidad de adaptación a actores reales. Continuando una comparación deportiva: un director técnico de un equipo millonario o de un seleccionado de primera línea arma su esquema y luego busca los intérpretes necesarios, entre decenas o más de posibilidades. Un director técnico de equipo de bajo presupuesto, por el contrario, mira lo que tiene y adapta su esquema al elenco con el que cuenta. Por esa razón, es tan notable, tan diverso, tan encantador el uso del cuerpo como imagen y potencia en nuestro (buen) teatro alternativo. Esa expresividad que está ahí, parece pre-existir y perdurar más allá del aura de la escena. Los zapatos de taco debajo del cuerpo pequeño de Florencia Braier, las calzas famélicas en las interminables piernas de María, la remera ajustada al cuerpo de Federico Buso son poíesis de una escena que su primo, el teatro comercial, habitualmente desdeña o, simplemente, desconoce.

La extraescena

Lección de extraescena y alusión, Unidad IV de “cómo escribir buenas obras”. ¿Qué sucedió en ese viaje? ¿Qué misterios interiores y anteriores evoca…? Ver “Vuelve”, de Paula Marull, antes de rendir un examen que contenga esa bolilla.

El epílogo

Es la segunda obra que veo con epílogo en poco tiempo. Es un poco problemático el epílogo en los rituales; no así en las literaturas. Los rituales escénicos son muy celosos de la explosiva descarga de su final. La gente aplaude. La gente celebra la transición de las imágenes fantásticas (la fantasía que ha creado un cuerpo real en nuestra mente durante el ritual de la representación, que se desvanece en el aire), desde lo sagrado a lo profano. Peligro, si luego de una descarga le agrego una reflexión, una “cola” que aún es de mentirita. Pero es tan tentador… En PostParto (está volviendo PostParto, los domingos a las 18 en El tinglado) las chicas bailan cuatro minutos luego del final. Es muy tentador. No criticaré esa decisión.

La “costeleta” y el Salomé de chacra.

Y finalmente. En el pueblo, al bife le decimos “costeleta”. La dramaturgia es, sigue siendo, será, un acto del lenguaje. Lo mejor del maestro Kartún, en una de sus mejores discípulas.

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