jueves, 20 de septiembre de 2012

Sobre AVIONES ENTERRADOS EN LA PLAYA, de Luis Cano



El domingo fui a ver AVIONES ENTERRADOS EN LA PLAYA, de Luis Cano, a NoAvestruz (Humboldt 1857- 4777 6956). Domingos 21 hs -hasta el 25/11/2012

Modos del relato
Las observaciones aristotélicas sobre aquella forma (ya tradicional para su época) que tenía el rito teatral hacían hincapié en el modo en que la mímesis, esa imitación de la realidad que llamamos “relato”, era presentada. Se trataba –y aún se trata- de un movimiento que pliega el tiempo del enunciado sobre el tiempo de la enunciación, es decir el tiempo en que los sucesos ocurrieron sobre el tiempo en que los sucesos son contados, haciéndolos presente.

Ese pliegue es la acción dramática.

En términos aristotélicos: los personajes y sus hechos, antiguamente relatados por el rapsoda como episodios del pasado, pasan ahora a la acción en presente, ejecutando aquí y ahora, ante los ojos del espectador, su tragedia. 

Esta distorsión del tiempo crea la acción dramática y crea además, necesariamente, un arte encarnado: la pirueta del tiempo del relato sobre el cuerpo del rapsoda genera, ayudada por las características rituales de la oralidad, el arte del actor. Cuando la historia se hace presente, exige la encarnación.  

He allí una división provocadora: no es lo mismo contar una historia que actuarla. No obstante, las narraciones dentro de las obras teatrales resisten y perduran. Y a lo largo de la terca historia del teatro (veinticinco siglos y seguimos contando), el interior de la acción dramática sigue albergando (hasta nutrirse de, hasta inflamarse con) historias contadas con el simple artilugio de la narración. 

La tensión está dada: ¿cómo hacer del hecho sencillo de narrar una historia -más de dos milenios después de la primera encarnación del tiempo del relato en un actor presente- un hecho teatral?

Síntesis Argumental
Escribe Luis Cano: “en un muelle, un pescador cuenta anécdotas a un desconocido con la esperanza de que, a cambio, el desconocido diga algo. No hay otras vicisitudes. Al igual que un caleidoscopio, Aviones enterrados en la playa es una construcción regular, un material que se refleja en función de cómo se mire”. Es cierto.  No hay otras vicisitudes, excepto los peces, el lobo marino, el muerto, el olvido, la canción.

Hormas de zapato
Los cajones de madera de los pescadores refieren peces, pero contienen maderas. Las maderas. Al volcarse, suenan. Y su sonido es bello. El arte de combinar sonidos es conocido como música. Y uno de los modos que tiene la narración de ser teatralizada es poner en primer plano su musicalidad. 

Se organizan en el espacio
Los cuerpos sostienen la voz, a veces de espaldas, a veces acostados, a veces de pie, elevados sobre el suelo (sobre el agua o sobre el universo), o de pie, expresivos. Esos cuerpos se organizan plásticamente en el espacio; son iluminados, resalatados, desplazados. Junto a la música, la plástica (el arte visual de los volúmenes, del color, de las formas) presta presencia a la virtualidad literaria. La danza, prima escénica del teatro, es sin literatura. Los cuerpos en el espacio (“vacío”, diría Peter Brook, atravesándolo) son teatralidad. 

La palabra
Dice Luis Cano que hace teatro pero escribe poesía. Piensa en poesía e invita (sueña) un público que llegua hasta ella. Analizo el texto “Poesía” de su programa de mano, exquisitamente escrito, y pienso en la narración. El elemento organizador de esos textos que se verán en escena es la invitación a contar una historia hecha de la enunciación de varias historias. En conjunción con los cuerpos, las historias se superponen (uno cuenta un fragmento de una, que se va interceptando, interrumpiendo, prefigurando con la que contará el siguiente). Imaginar lo que vendrá, corroborarlo o sorprenderse por las pequeñas diferencias o las gratas interferencias del lenguaje es parte del disfrute de esta breve pieza musical. 

La indecisión
Nada es firme. La palabra no lo es. El narrador principal, sentado casi inmóvil en su muelle, es llamado “marinero”, “navengante”y  “pescador” a conciencia del error, de que no es lo mismo. Y de que tal vez no sea nada de eso. 

El eterno resplandor de una…
La paradoja de recordar enunciando o denunciando olvidos es multiplicadora. Se expresa, además, en un mecanismo de sustracción de palabras que me recuerda gratamente aquella antigua pieza breve de Marcelo Bertuccio, Señora, esposa, niña y joven desde lejos, en la cual la dupla recuerdo/olvido desmembraba (quizás literalmente) la gramática del personaje ausente. 

Cito del apunte que tomé durante la representación de Aviones… “El mantel me recordó la alfombra del hotel. El mantel me recordó el hotel. El mantel y el hotel”. 

De aquello que fue las imágenes se alejan. Quedan las palabras. Pero son indecisas. Precarias. Débiles. El mantel y el hotel, diría el viejo poeta ciego, “son la triste limosna que le dejaron las horas y los siglos”.

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