El domingo fui a ver
AVIONES ENTERRADOS EN LA PLAYA, de Luis Cano, a NoAvestruz (Humboldt 1857- 4777 6956). Domingos 21 hs -hasta el 25/11/2012
Modos del relato
Las observaciones
aristotélicas sobre aquella forma (ya tradicional para su época) que tenía el rito
teatral hacían hincapié en el modo en que la mímesis, esa imitación de la realidad que llamamos “relato”, era presentada. Se
trataba –y aún se trata- de un movimiento que pliega el tiempo del enunciado sobre
el tiempo de la enunciación, es decir el tiempo en que los sucesos ocurrieron sobre
el tiempo en que los sucesos son contados, haciéndolos presente.
Ese pliegue es la
acción dramática.
En términos
aristotélicos: los personajes y sus hechos, antiguamente relatados por el
rapsoda como episodios del pasado, pasan ahora a la acción en presente, ejecutando
aquí y ahora, ante los ojos del espectador, su tragedia.
Esta distorsión del tiempo
crea la acción dramática y crea además, necesariamente, un arte encarnado: la
pirueta del tiempo del relato sobre el cuerpo del rapsoda genera, ayudada por
las características rituales de la oralidad, el arte del actor. Cuando la
historia se hace presente, exige la encarnación.
He allí una división provocadora:
no es lo mismo contar una historia que actuarla. No obstante, las narraciones
dentro de las obras teatrales resisten y perduran. Y a lo largo de la terca
historia del teatro (veinticinco siglos y seguimos contando), el interior de la
acción dramática sigue albergando (hasta nutrirse de, hasta inflamarse con) historias
contadas con el simple artilugio de la narración.
La tensión está dada:
¿cómo hacer del hecho sencillo de narrar una historia -más de dos milenios
después de la primera encarnación del tiempo del relato en un actor presente-
un hecho teatral?
Síntesis Argumental
Escribe Luis Cano: “en
un muelle, un pescador cuenta anécdotas a un desconocido con la esperanza de
que, a cambio, el desconocido diga algo. No hay otras vicisitudes. Al igual que
un caleidoscopio, Aviones enterrados en
la playa es una construcción regular, un material que se refleja en función
de cómo se mire”. Es cierto. No hay
otras vicisitudes, excepto los peces, el lobo marino, el muerto, el olvido, la
canción.
Hormas de zapato
Los cajones de madera
de los pescadores refieren peces, pero contienen maderas. Las maderas. Al volcarse,
suenan. Y su sonido es bello. El arte de combinar sonidos es conocido como
música. Y uno de los modos que tiene la narración de ser teatralizada es poner
en primer plano su musicalidad.
Se organizan en el espacio
Los cuerpos sostienen
la voz, a veces de espaldas, a veces acostados, a veces de pie, elevados sobre
el suelo (sobre el agua o sobre el universo), o de pie, expresivos. Esos
cuerpos se organizan plásticamente en el espacio; son iluminados, resalatados,
desplazados. Junto a la música, la plástica (el arte visual de los volúmenes,
del color, de las formas) presta presencia a la virtualidad literaria. La
danza, prima escénica del teatro, es sin
literatura. Los cuerpos en el espacio (“vacío”, diría Peter Brook,
atravesándolo) son teatralidad.
La palabra
Dice Luis Cano que hace
teatro pero escribe poesía. Piensa en poesía e invita (sueña) un público que
llegua hasta ella. Analizo el texto “Poesía” de su programa de mano,
exquisitamente escrito, y pienso en la narración. El elemento organizador de
esos textos que se verán en escena es la invitación a contar una historia hecha
de la enunciación de varias historias. En conjunción con los cuerpos, las
historias se superponen (uno cuenta un fragmento de una, que se va interceptando,
interrumpiendo, prefigurando con la que contará el siguiente). Imaginar lo que
vendrá, corroborarlo o sorprenderse por las pequeñas diferencias o las gratas interferencias
del lenguaje es parte del disfrute de esta breve pieza musical.
La indecisión
Nada es firme. La palabra
no lo es. El narrador principal, sentado casi inmóvil en su muelle, es llamado “marinero”,
“navengante”y “pescador” a conciencia del
error, de que no es lo mismo. Y de que tal vez no sea nada de eso.
El eterno resplandor de una…
La paradoja de
recordar enunciando o denunciando olvidos es multiplicadora. Se expresa,
además, en un mecanismo de sustracción de palabras que me recuerda gratamente
aquella antigua pieza breve de Marcelo Bertuccio, Señora, esposa, niña y joven desde lejos, en la cual la dupla
recuerdo/olvido desmembraba (quizás literalmente) la gramática del personaje
ausente.
Cito del apunte que
tomé durante la representación de Aviones… “El mantel me recordó
la alfombra del hotel. El mantel me recordó el hotel. El mantel y el hotel”.
De aquello que fue las imágenes se alejan.
Quedan las palabras. Pero son indecisas. Precarias. Débiles. El mantel y el
hotel, diría el viejo poeta ciego, “son la triste limosna que le dejaron las horas y los siglos”.
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