Las sombras y la arena
Bambolenat es teatro de sombras. Es dibujo en vivo. Es música étnica. Es música electrónica. Es danza. Es un relato de formas mitológicas, sencillas, primitivas, que prodigan lo esperable: el conflicto primordial entre lo creador y lo destructor y las tensiones entre el hombre y la naturaleza y entre lo humano y lo divino. Lo curioso, lo que despierta interés (y placer, y asombro) es la composición y la ejecución de sus formas. Comenzando por lo más básico y material: los dibujos de arena.
Sobre una superficie que se proyecta en la pantalla como un gran campo de luz amarilla el artista plástico Ale Bustos realiza, en vivo, dibujos de arena. La arena en la pantalla se amplifica en sombra. Sombra opuesta, complementaria, a la luz.
La construcción y destrucción de mundos
Sorprende, como en toda performance, la perfección de la ejecución –y la posibilidad siempre latente, del error, de la huella de lo humano en ese acto casi divino. El dibujante provoca formas que forman mundos - un paisaje, un volcán, una montaña, una jungla, una caverna, una fosa marina- arrojando montoncitos de arena sobre un vidrio traslúcido. Llegamos incluso a ver la sombra misma de su mano –la mano del dios- tras la ejecución de lo creador. Y de lo destructor. La arena es, en su enorme capacidad de ser signo y de acumular capas y capas de significado y resonancia, aquello casi eterno (la arena del mar, la del desierto) cuya forma es mutante (el viento mueve las dunas, la lluvia cala hondo y agujerea la superficie, el mar avanza y destruye, empareja, alisa, convierte en recuerdo el castillo de la orilla).
Y entre el acto que destruye y borra y el acto que revive, que restituye y transforma (es decir, en el acto de estar vivo), la sombra del cuerpo humano danza.
Cuerpo y títeres proyectados
La plástica silueta de Matías Haberfeld compone escenas y coreografías bidimensionales con una precisión que equipara la del dibujo. Arena y cuerpo danzan en lo insólito. Vale la pena permanecer el tiempo suficiente para verlo. Disfrutarlo. Porque la presentación del intérprete es tardía. Primero, la arena, el dibujo, las formas, la alusión al paisaje, a la naturaleza o entorno. Luego, los títeres. Tortugas, peces, seres vivos en movimiento. Sus sombras proyectadas, en movimiento. Movimiento tosco, de animación primitiva, bello, infantil. Hasta allí, tal vez, bastaría con ver Bambolenat en dvd, o en you tube (pero con música en buenos parlantes). Es la irrupción del cuerpo humano lo que humaniza, o dramatiza, vuelve viva la pantalla, y torna en vivo la musicalización.
Música en vivo, fusión étnica y electrónica
La manzanita luminosa de una computadora Mac destella –extemporánea y desubicada– a pocos metros de la pantalla mitopoiética. Su luz no cuaja. Pero su música sí. Germán Cantero arma y desarma la base electrónica de la música que, con instrumentos étnicos impronunciables como el (¿o la?) mrndangam o el didgeridoo, Gabriel Landolfi completará en una ejecución intensa, vital, congruente. La música y el cuerpo que danza “contectan”, y logran una fusión –buddha sound y dirección orquestral- no solo en lo sonoro sino también en lo visual, porque los movimientos de Bustos manipulando la arena son de una plasticidad muy expresiva.
La compañía Sombras de Arena ofrece una experiencia disfrutable, inédita, sensible. Algunas imágenes pueden verse en:
http://www.youtube.com/watch?v=UoYh3_mjhYw
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Aquí termina la primera reseña teatral de 2009 de La diosa blanca. Para leer un resúmen de las del año pasado, y un listado (con links a las notas) de los primero 8 meses del blog, ir a la entrada anterior: Sobre los 7 primeros meses de La diosa blanca: http://la-diosablanca.blogspot.com/2008/12/sobre-los-7-meses-del-blog-la-diosa.html
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