martes, 10 de marzo de 2009

Sobre CASH, de José María Muscari


El jueves fui a ver CASH, de José María Muscari, al Teatro Maipo. Funciones de jueves a domingos, últimas dos semanas.

Contemporaneidad y actualidad
El maestro Rubén Szuchmacher (a quien si no menciono enfurece) solía distinguir en sus clases de puesta en escena (en sus clases de análisis del texto dramático para su puesta en escena[i]) lo actual de lo contemporáneo, refiriéndose lo primero a la actualidad mediática, explícita, en permanente mutación- y lo segundo a aquello que es consustancial a una época –más profundo, estructural y, muchas veces, imperceptible-. Vinculaba entonces al arte, en general, y al teatro en particular con lo contemporáneo, en oposición­ dialéctica al periodismo y los medios, constructores de actualidad. Lo “actual” integra el paradigma de la velocidad, de la muerte inmediata de la noticia de ayer, del marketing voraz de la primicia, que mata y regurgita íconos, de la masividad y su complejas simplificaciones. Lo “contemporáneo”, por el contrario, es inmanente a la cultura y está definido por aquellos rasgos de época de complejo acceso a la conciencia, por el modo de ser que muchas veces permanece oculto a la mirada clasificadora, capaz de ligar signos que, en apariencia, conservan una abrumadora distancia geográfica y temporal ­­–Shakespeare, nuestro contemporáneo, titulaba Jan Kott, en la plenitud del siglo XX, a su célebre libro–. En la obra que nos compete, la tensión entre ambos polos se dinamiza hasta el extrañamiento y la incomprensión, tanto por ciertas propiedades del texto y el espectáculo (su casting, su lenguaje, sus referentes) como por el ineludible (y tal vez simplemente coyuntural) efecto contextual de la crisis: Cash, la obra del dinero, la desfachatada exaltación del ídolo €uro, se presenta en el teatro comercial en plena debacle financiera global, cercada, infiltrada por la caída de las bolsas del mundo, en los albores ineludibles de la primera retracción económica a escala global en los últimos cincuenta años.

El festejo tiene algo de imposible.

El público –ideal/actual– de la obra en el Maipo debería ineludible, simbólicamente, formar parte del círculo consumista –shopping, teatro, cena–, puesto que sus signos (el desfile incesante de brillosos vestuarios Kenzo de Ronnie Arias, el PNT[ii] de Ona Saez en el cierre de Gustavo Garzón, la abundante pauta comercial en el programa de mano) están puestos explícitamente como caja de resonancia/reflejo de la conducta del público consumidor. Quizás lo implícito (en una obra construida por lo explícito –al mejor “estilo Muscari”, en el que no solo su alter ego Ronnie Arias pondrá en palabras todo pensamiento sino también sus personajes, de frente a público, a veces de modo curiosamente light, como en Blanco y en Gadano, y a veces de modo extraordinariamente eficaz, como en los soliloquios de Garzón y Pons–), decía, quizás lo implícito permanezca inalterablemente ligado a un rasgo contemporáneo: el modelo aspiracional de medio pelo que encuentra en el consumo el efímero sostén de la subjetividad. No obstante, lo explícito, lo directamente referencial y extra-escénico sobre lo cual la obra necesita apoyarse, parece, como decía paradójica y paradigmáticamente el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, “desvanecerse en el aire”.

Síntesis argumental
Cash es “la nueva comedia de José María Muscari”, una marca registrada potente, visible y singular en nuestro teatro. La nueva comedia brinda lo que promete: una tipología social diferenciada que se expone en simultáneo gracias a una reunión de intercambio de semanas vacacionales en Tiempo Compartido, ese extraño remanente de los ‘90. Allí desfilan y se exhiben la pareja complementaria (metrosexual + hembra insatisfecha), el matrimonio gay de arquitecto y masajista, la copetuda terrateniente divorciada -y obligadamente junta- al ex marido, dueño de una cadena de parripollos. Y como hilo conductor, el presentador, múltiple divo, comentador y stand up.

El singular Muscari
El autor y director se instituye como elemento diferencial, como un plus de marca. Los afiches de difusión tienen una foto de cada una de las estrellas del elenco y esto es coherente: una de la virtudes indiscutibles del joven director y dramaturgo es su capacidad de armar elencos que cruzan (y sacan un máximo de provecho de la transgresión que esto articula) las fronteras antes inexpugnables entre el teatro comercial y el “under” (como él mismo lo llama). No porque directores y dramaturgos del teatro no comercial no hayan trabajado exitosamente en el ámbito comercial (basten como prueba los casos de Veronese y de Daulte, referentes indiscutidos del teatro independiente de las últimas dos décadas, ambos con obras en la cartelera comercial), sino porque Muscari hace del cruce de esta frontera una estética en sí misma mediante la exposición de estos actores a las mismas técnicas crudas de sus obras “alternativas”. Si bien Ronnie Arias “hace de” Ronnie Arias, también “hace de” José María Muscari, y su personaje no es otra cosa, explícitamente, que la voz del autor en escena. La foto de José María no aparece en el programa de mano ni en los afiches, pero su nombre lo subtitula todo, y se presenta, antes que nada (y antes que todos) en la pantalla de video con la que se inicia la comedia. Su presencia es, de algún modo, necesaria. Es la que dirá: esta es una obra mía, y los actores hace lo que les digo, cantan, bailan, se desplazan como en un desfile, dicen slogans a coro, monologan, comentan sus monólogos, se nombran con sus nombres artísticos, tematizan y replantean, coralmente, en una especie de circularidad constante, el tema, el leiv motif unívoco que, a fuerza de reiteración, pierde su condición monologal y empieza a referirse, en el mejor de los casos, a una misteriosa otra cosa[iii].

Como cuentas destacadas del desfile/collar, vale la pena ver Cash para: a) reencontrarse con la gran escuela del capo cómico en la eficacia de Juan Carlos Dual, b) confrontar la energía y técnica notables de Norma Pons y c) encontrar un Garzón en un papel inesperado, desplegando una rara comicidad, precisa y –si no fuera “una de Muscari”– me atrevería a decir sutil.
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[i] El mes que viene se reanuda la flamante Maestría en Dramaturgia en el IUNA (inaugurada a mitad del año pasado), de la que somos docentes; en ella, R.Sz. dictará justamente Análisis del Texto Dramático para su puesta en escena.
[ii] “publicidad no tradicional”, modos pagos de publicitar productos fuera de la tanda comercial, como el product placement (poner un producto de marca explícita en la película, programa u obra), el chivo (la mención explícita de la marca/producto en boca de los personajes o conductor). En este caso, la bolsa de shopping con el inmenso logo de la marca de frente al público.
[iii] En, a mi juicio, su mejor obra, Fetiche, la multiplicación de un único referente, la protagonista, alcanza un grado de intensidad muy particular; no sucede lo mismo en Cash, donde lo que se multiplica a sí mismo es un referente abstracto: el dinero.

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