El domingo 18 fui a
ver CINEASTAS, de Mariano Pensotti, al Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715, 0800-333-5254), Funciones Jue, vie y sáb
21 hs, Dom 20 hs
Brillante sobre el mic
Es desde luego
curioso, y un poco deslumbrante, que luego de la profunda incursión de El Pasado
es un animal grotesco (para leer la reseña sobre esa obra, click aquí)
en el recurso de narrar lo que sucedió con un micrófono que pasa de mano en
mano -neutralizando el decir para evocar una voz narrativa no encarnada y así
dar cuenta de una historia-, decía, es llamativo que el mismo exacto recurso
regrese, de la mano del mismo intérprete y en primer plano, aplicado a una
materia similar pero profundamente diversa. Sobre algunos aspectos de esta
similitud que destaca la diferencia y, por lo tanto, nos permite pensar,
versará este comentario.
La vieja distinción
Planteada desde la
observación de las artes de su tiempo, la distinción aristotélica entre lírica,
drama y épica no ha perdido, para mí, vigencia explicativa, sobre todo en lo
que al tiempo evocado y al tiempo de la representación se refiere. En criollo:
el teatro es un arte “en vivo”. No hablo de la dramaturgia, sino del hecho
teatral, que es un acontecimiento. El teatro acontece la noche (la tarde, el
crepúsculo, es decir, en el tiempo preciso) de la función. Y como arte en vivo,
el tiempo de la representación es ese tiempo continuo –subjetivamente breve o
insoportablemente lento, según nos guste o no lo que estamos viendo- que
comparten intérpretes y público durante la actuación. Siempre algo sucede –significativo
o no, agradable o no, atrapante o no- en tiempo real ante el nosotros. Eso que
sucede, sucede en presente. Y ese tiempo presente es, por excelencia, el tiempo
teatral. Lo demás, lo evocado, el pasado (esa dulce alusión o aquel animal
grotesco), se construye de diversas maneras en la mente del espectador a través
de los recursos, siempre exteriores, de la escena. Quiero decir: un personaje
(Cristina Linde, en la segunda escena de Casa
de muñecas, digamos) le narra a otro personaje (Norah Helmer, escuchándola)
la historia de su vida; el acontecimiento
no es la historia de su vida -su casamiento por dinero, la viudez y la ruina
económica, los sacrificios personales para mantener a sus hermanos, el
acompañamiento de la agonía de su madre-, sino el hecho concreto de que le está
contando eso, aquí y ahora, a Norah. Y, para destacar la importancia del
presente, Cristina tiene un objetivo concreto: conmover (aquí y ahora) a Norah
para que le consiga un trabajo.
La narrativa (la épica
en Aristóteles) procede de otro modo: el tiempo presente se licúa en algo
meramente gramatical, el llamado “tiempo de la enunciación”, que sería ese hipotético
y abstracto presente del narrador. Por supuesto que la narrativa, en su notable
e inconclusa historia, nos ha dado sorprendentes variaciones de la figura del narrador. Pero, así y todo, el
narrador es una “voz” del discurso, nunca un cuerpo. La lectura de un cuento o
una novela, como acto, “interioriza” el acontecimiento: la narración transcurre
ciento por ciento dentro de mí, del lector. La voz del narrador no tiene cuerpo
ni sonido, es una construcción interna mía. Y su tiempo es, directamente, el de
la evocación. Para ser didácticamente grosero: si no fuera así, no podríamos
leer a Proust sentados en el inodoro ni a Joyce tirados en la playa.
La narrativa es pura
interioridad, y da lo mismo que la luz concreta sobre el blanco opaco de sus
hojas sea el sol o un tubo de neón. En su contracara, el teatro carece de
interioridad. Es puro exterior y puro presente, y todo lo que importa es lo que
ese cuerpo concreto muestra y oculta. Y para colmo (para diferenciarse de su
primo segundo, el cine –que viene siendo primo hermano de la narrativa-), el
teatro es… con personas vivas.
Síntesis Argumental
Distintos jóvenes
cineastas de un Buenos Aires contemporáneo y distante intentan, durante un año,
llevar a cabo cada uno una película. Como en todo acto de creación –o bien,
como en todo acto- las circunstancias personales se inmiscuyen y modifican, en
ciertos momentos de modo irreversible, el camino de la creación y el camino de
la vida.
El pasado y la ficción
Ambas obras de
Pensotti, El pasado es un animal grotesco
y Cineastas, utilizan el micrófono
para que sus actores se separen de sus circunstanciales personajes y narren las
historias que se pretende contar. El micrófono es el recurso del
distanciamiento del cuerpo: para poder hacer “narrativa”, como vimos antes,
necesitamos quitar el cuerpo presente de la escena. La voz en off, tan
utilizada en cine, es una de las marcas más naturalizadas de esa pretensión de
narratividad “pura” en artes actorales. El cine no reniega de las voces en off
porque parte de una paradójica situación: en realidad, TODAS sus voces están en
off. El cine no es sino una proyección de un material filmado (o grabado), que
se reproduce técnicamente. Todas sus voces son reproducción de grabaciones. Sus
cuerpos no están allí, y no importa dónde estén ahora. El cine es pasado. El
cine es off. Y al teatro no le agrada
tanto eso.
El ilustre paradigma de
la voz narradora en el teatro es el monólogo (y su ápice, el monólogo a público),
que se caracteriza por la capacidad actoral de ENCARNAR una voz: voz actoral que
es cuerpo y se sitúa en las antípodas de nuestro baño o asiento de colectivo de
lectura. No es nuestra voz interior: es
la de tal o cual maravilloso u horrible actor.
La función de los
micrófonos-Pensotti, y la indicación del director de “neutralizar” o “desafectar”
la entonación de los actores al decir, es el modo de acercar la novela al
teatro. Pero el problema de retirar el cuerpo del teatro, en vivo y en tiempo
real, es definir qué es lo que queda. Y una vez definido, que eso logre
sostener el acontecimiento. En este plano creo yo se bifurca fundamentalmente la
experiencia de El pasado… de la de Cineastas.
En la primera, la “materia” de la representación enmarcada es el pasado
biográfico, personal, insignificante y entrañable; en la segunda, la relación
de lo personal con la ficción. El pasado…
vendría a decir: dejame que te
cuente las vidas de estas criaturas en sus últimos diez años, y verás…
Cineastas,
más ambiciosa, un poco más snob, dirá
dejame que te cuente las películas que estas criaturas intentan hacer.
El león se muerde la cola
En problema es que el
procedimiento elegido para ambos objetivos es el mismo, y aquello que
funcionaba maravillosamente para la vida, se empieza a “auto reflejar” en la
ficción de una ficción de una ficción.
Las películas sobre
cómo puedo hacer una película son un género en sí. Las obras de teatro narradas
con micrófono e ilustradas por los movimientos y susurros de los actores no
tanto. El territorio conmovedor ganado sobre el pasado en la aplicación
anterior, aquí se torna ilustrativo. Arriesgo algunas explicaciones, que no
pasan por ninguna falta de talento y precisión de la dupla Pensotti-Tirantte,
ni por fallas de investigación, ni por la negación del maravilloso dispositivo
escénico, ni, de lejos, por la calidad del elenco.
Creo, en principio,
que el pasado es un tema para nosotros.
Para nosotros, las personas. Para nosotros, los argentinos. Para nosotros, la
generación de Pensotti y mía. Cito lo que escribí aquella vez, hace dos años: “el modo de contarlo es lo profundo. La capacidad de cuatro actores de
actuar desde afuera la conciencia (y la inconsciencia) del otro y sus planos de
representación alternados: narración, interpretación, monólogo interior,
diálogo, testimonio, estado, interacción. El
pasado es un animal grotesco se pregunta por el pasado, por el
acontecimiento, por el sentido. Lo cual, para una obra tan bien hecha, es
–sobre lo que sobre, y falte lo que falte- muy bueno”.
El pasado es un tema para nosotros. El cine
es, quizás, solo un intrincado, bello y distante tema para ellos.
Bonus
track
Me gusta y mucho la obra anterior de
Mariano Pensotti, y mi estado actual no pasa de un desconcierto frente a esta
nueva producción. Por eso, para que no parezca que no aprecio lo que es notable,
tiene una destreza insuperable. El modo en que se articulan por corte o por
fundido las diversas historias y sus respectivos paralelos ficcionales es de
una ingeniería apabullante. Y, digamos también sobre su tema: el tema de vivir según hemos leído o visto en
el arte (la literatura, las películas, la publicidad) es un gran tema, y no
deja de aparecer de diversos modos, en distintos lugares. También en Cineastas.
El amor, sin ir más lejos, hemos leído que
es aquello que inventaron los cortesanos provenzales en el siglo XII, cantando
poemas a las damas ajenas. O bien, los besos de Hollywood, con música de fondo.
O, más cerca y más terriblemente presente, al decir del genial Don Draper,
protagonista de Mad Men: “lo que vos llamás amor es algo que inventamos
nosotros los publicitarios para que vos compres una crema”.
Y no obstante, amamos.
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