viernes, 30 de agosto de 2013

Sobre CINEASTAS, de Mariano Pensotti



El domingo 18 fui a ver CINEASTAS, de Mariano Pensotti, al Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715, 0800-333-5254), Funciones Jue, vie y sáb 21 hs, Dom 20 hs

Brillante sobre el mic
Es desde luego curioso, y un poco deslumbrante, que luego de la profunda incursión de El Pasado es un animal grotesco (para leer la reseña sobre esa obra, click aquí) en el recurso de narrar lo que sucedió con un micrófono que pasa de mano en mano -neutralizando el decir para evocar una voz narrativa no encarnada y así dar cuenta de una historia-, decía, es llamativo que el mismo exacto recurso regrese, de la mano del mismo intérprete y en primer plano, aplicado a una materia similar pero profundamente diversa. Sobre algunos aspectos de esta similitud que destaca la diferencia y, por lo tanto, nos permite pensar, versará este comentario. 
La vieja distinción
Planteada desde la observación de las artes de su tiempo, la distinción aristotélica entre lírica, drama y épica no ha perdido, para mí, vigencia explicativa, sobre todo en lo que al tiempo evocado y al tiempo de la representación se refiere. En criollo: el teatro es un arte “en vivo”. No hablo de la dramaturgia, sino del hecho teatral, que es un acontecimiento. El teatro acontece la noche (la tarde, el crepúsculo, es decir, en el tiempo preciso) de la función. Y como arte en vivo, el tiempo de la representación es ese tiempo continuo –subjetivamente breve o insoportablemente lento, según nos guste o no lo que estamos viendo- que comparten intérpretes y público durante la actuación. Siempre algo sucede –significativo o no, agradable o no, atrapante o no- en tiempo real ante el nosotros. Eso que sucede, sucede en presente. Y ese tiempo presente es, por excelencia, el tiempo teatral. Lo demás, lo evocado, el pasado (esa dulce alusión o aquel animal grotesco), se construye de diversas maneras en la mente del espectador a través de los recursos, siempre exteriores, de la escena. Quiero decir: un personaje (Cristina Linde, en la segunda escena de Casa de muñecas, digamos) le narra a otro personaje (Norah Helmer, escuchándola) la historia de su vida; el acontecimiento no es la historia de su vida -su casamiento por dinero, la viudez y la ruina económica, los sacrificios personales para mantener a sus hermanos, el acompañamiento de la agonía de su madre-, sino el hecho concreto de que le está contando eso, aquí y ahora, a Norah. Y, para destacar la importancia del presente, Cristina tiene un objetivo concreto: conmover (aquí y ahora) a Norah para que le consiga un trabajo. 

La narrativa (la épica en Aristóteles) procede de otro modo: el tiempo presente se licúa en algo meramente gramatical, el llamado “tiempo de la enunciación”, que sería ese hipotético y abstracto presente del narrador. Por supuesto que la narrativa, en su notable e inconclusa historia, nos ha dado sorprendentes variaciones de la  figura del narrador. Pero, así y todo, el narrador es una “voz” del discurso, nunca un cuerpo. La lectura de un cuento o una novela, como acto, “interioriza” el acontecimiento: la narración transcurre ciento por ciento dentro de mí, del lector. La voz del narrador no tiene cuerpo ni sonido, es una construcción interna mía. Y su tiempo es, directamente, el de la evocación. Para ser didácticamente grosero: si no fuera así, no podríamos leer a Proust sentados en el inodoro ni a Joyce tirados en la playa.
La narrativa es pura interioridad, y da lo mismo que la luz concreta sobre el blanco opaco de sus hojas sea el sol o un tubo de neón. En su contracara, el teatro carece de interioridad. Es puro exterior y puro presente, y todo lo que importa es lo que ese cuerpo concreto muestra y oculta. Y para colmo (para diferenciarse de su primo segundo, el cine –que viene siendo primo hermano de la narrativa-), el teatro es… con personas vivas. 

Síntesis Argumental
Distintos jóvenes cineastas de un Buenos Aires contemporáneo y distante intentan, durante un año, llevar a cabo cada uno una película. Como en todo acto de creación –o bien, como en todo acto- las circunstancias personales se inmiscuyen y modifican, en ciertos momentos de modo irreversible, el camino de la creación y el camino de la vida. 

El pasado y la ficción
Ambas obras de Pensotti, El pasado es un animal grotesco y Cineastas, utilizan el micrófono para que sus actores se separen de sus circunstanciales personajes y narren las historias que se pretende contar. El micrófono es el recurso del distanciamiento del cuerpo: para poder hacer “narrativa”, como vimos antes, necesitamos quitar el cuerpo presente de la escena. La voz en off, tan utilizada en cine, es una de las marcas más naturalizadas de esa pretensión de narratividad “pura” en artes actorales. El cine no reniega de las voces en off porque parte de una paradójica situación: en realidad, TODAS sus voces están en off. El cine no es sino una proyección de un material filmado (o grabado), que se reproduce técnicamente. Todas sus voces son reproducción de grabaciones. Sus cuerpos no están allí, y no importa dónde estén ahora. El cine es pasado. El cine es off.  Y al teatro no le agrada tanto eso. 

El ilustre paradigma de la voz narradora en el teatro es el monólogo (y su ápice, el monólogo a público), que se caracteriza por la capacidad actoral de ENCARNAR una voz: voz actoral que es cuerpo y se sitúa en las antípodas de nuestro baño o asiento de colectivo de lectura. No es nuestra voz interior:  es la de tal o cual maravilloso u horrible actor. 

La función de los micrófonos-Pensotti, y la indicación del director de “neutralizar” o “desafectar” la entonación de los actores al decir, es el modo de acercar la novela al teatro. Pero el problema de retirar el cuerpo del teatro, en vivo y en tiempo real, es definir qué es lo que queda. Y una vez definido, que eso logre sostener el acontecimiento. En este plano creo yo se bifurca fundamentalmente la experiencia de El pasado…  de la de Cineastas. En la primera, la “materia” de la representación enmarcada es el pasado biográfico, personal, insignificante y entrañable; en la segunda, la relación de lo personal con la ficción. El pasado…  vendría a decir: dejame que te cuente las vidas de estas criaturas en sus últimos diez años, y verás…

Cineastas, más ambiciosa, un poco más snob, dirá dejame que te cuente las películas que estas criaturas intentan hacer. 

El león se muerde la cola
En problema es que el procedimiento elegido para ambos objetivos es el mismo, y aquello que funcionaba maravillosamente para la vida, se empieza a “auto reflejar” en la ficción de una ficción de una ficción.
Las películas sobre cómo puedo hacer una película son un género en sí. Las obras de teatro narradas con micrófono e ilustradas por los movimientos y susurros de los actores no tanto. El territorio conmovedor ganado sobre el pasado en la aplicación anterior, aquí se torna ilustrativo. Arriesgo algunas explicaciones, que no pasan por ninguna falta de talento y precisión de la dupla Pensotti-Tirantte, ni por fallas de investigación, ni por la negación del maravilloso dispositivo escénico, ni, de lejos, por la calidad del elenco.
Creo, en principio, que el pasado es un tema para nosotros. Para nosotros, las personas. Para nosotros, los argentinos. Para nosotros, la generación de Pensotti y mía. Cito lo que escribí aquella vez, hace dos años: “el modo de contarlo es lo profundo. La capacidad de cuatro actores de actuar desde afuera la conciencia (y la inconsciencia) del otro y sus planos de representación alternados: narración, interpretación, monólogo interior, diálogo, testimonio, estado, interacción. El pasado es un animal grotesco se pregunta por el pasado, por el acontecimiento, por el sentido. Lo cual, para una obra tan bien hecha, es –sobre lo que sobre, y falte lo que falte- muy bueno”.

El pasado es un tema para nosotros. El cine es, quizás, solo un intrincado, bello y distante tema para ellos.

Bonus track
Me gusta y mucho la obra anterior de Mariano Pensotti, y mi estado actual no pasa de un desconcierto frente a esta nueva producción. Por eso, para que no parezca que no aprecio lo que es notable, tiene una destreza insuperable. El modo en que se articulan por corte o por fundido las diversas historias y sus respectivos paralelos ficcionales es de una ingeniería apabullante. Y, digamos también sobre su tema:  el tema de vivir según hemos leído o visto en el arte (la literatura, las películas, la publicidad) es un gran tema, y no deja de aparecer de diversos modos, en distintos lugares. También en Cineastas. 

El amor, sin ir más lejos, hemos leído que es aquello que inventaron los cortesanos provenzales en el siglo XII, cantando poemas a las damas ajenas. O bien, los besos de Hollywood, con música de fondo. O, más cerca y más terriblemente presente, al decir del genial Don Draper, protagonista de Mad Men: “lo que vos llamás amor es algo que inventamos nosotros los publicitarios para que vos compres una crema”. 

Y no obstante, amamos.

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