viernes, 12 de septiembre de 2008

Sobre DOBLE MORTAL, de Ignacio Apolo. Dir: Diego Rodríguez


Sobre DOBLE MORTAL, de Ignacio Apolo. Dir: Diego Rodríguez. En Teatro del Sur, Venezuela 2255. Domingos 20.30 hs

Nota: por esta vez, mi reflexión sobre la obra no tiene pretensión de reseña y no hará hincapié en la puesta. Tratándose del estreno de un texto mío, prefiero compartir con los realizadores las reflexiones y comentarios, y celebrarlo aquí desde un lugar más personal.

El doble, las dobles
La escritora Elsa Drucaroff me presentó en un ciclo de lectura de narrativa argentina contemporánea, al que fui invitado para leer fragmentos de mi novela inédita La apropiación, mencionando dos rasgos muy presentes en mis obras y textos: la captación de “voces” sociales, y la recurrencia del tema del doble. Según Drucaroff (quien actualmente está terminando su tesis doctoral sobre Nueva Narrativa Argentina de post dictadura), el narrador de Memoria Falsa (Ed. Atlántida, 1996) introduce una voz que hasta entonces no había estado presente en la literatura argentina y que luego devino serie.

Comprendí con los años que ese narrador era una voz que irrumpía, pero también era –para mí– un cuerpo imaginado. La novela no describe nunca ese cuerpo, y sin embargo lo ofrece y lo hace presente: se lo puede imaginar sentado en una puerta, en la vereda nocturna, tomando una cerveza y fumando, y contando cómo la inasible Soledad desapareció el día en que Maradona quedó fuera del mundial 94. Y ese narrador –se descubre– está acompañado por otro: alguien que está junto a él, alguien que es par, y que también evoca y busca a la inasible Soledad.

El doble es, y le doy la razón a Elsa, recurrente. Se presenta bajo la forma del par de opuestos complementarios de La pecera (escrita en 1994, estrenada por Diego Rodriguez en 2001), los adolescentes Leto y Pescado que espían a la profe por un agujero en la pared. O en las intercambiables gemelas Marisol y Maribel de Gesta. Y también, de otro modo, en el adulto S.Rz y ese otro suyo pequeño, de quien se sugiere que quizás sea él mismo, de Genealogía del niño a mis espaldas.

En obras posteriores –Dios Perro, Trío para madre, hija y piano de cola– el tema pareció diluirse. Y ahora regresa, de un modo más explícito y temático, y queda directamente inscripto en los títulos:

Doble Carolina, estrenada en Suecia en 2007, por encargo del Riksteatern.
Y Doble Mortal[1], que se estrenó este domingo en Buenos Aires.

[1]Todas las obras y novelas mencionadas (excepto La apropiación, novela inédita) pueden bajarse de mi página web www.autores.org.ar/iapolo

Fantasmas y preguntas
Alguna vez Drucaroff pensó en voz alta por qué aparecían, insistentemente, esos dobles en mis textos. Y mencionó, casi al pasar, a mi hermano muerto: un fantasma biográfico capaz de convocar ciertas imágenes. Un relato bien armado diría aquí que el 30 de enero de 1969 Mariel Serrano dio a luz dos niños, de los cuales uno sólo, quien escribe, sobrevivió. Pero los hechos lo desmienten. Mi hermano mayor, Ángel Apolo nació un año y medio antes, en el 67, y al día de hoy goza de buena salud. Mi hermano Ceferino nació dos o tres años después que yo y no sobrevivió más que unas horas. Sólo recuerdo de él su nombre, un pasillo de hospital y una tía que me echa de la puerta de la habitación donde está mi madre. Una película en el cine con molinos de viento, mi padre Ángel Virgilio, el Quijote en su mesita de luz, pero en formato libro. Y una placa de cementerio. ¿Es suficiente para que el doble sea recurrente? ¿Quién de los dos se lo pregunta? ¿Quién de los dos escribe ahora estas palabras?

Síntesis argumental de Doble Mortal
Más allá (en realidad, más acá) de cualquier oscura asociación, Doble Mortal es una comedia policial, policial hasta lo delirante. En una impronunciable ciudad del Este, dos inmigrantes latinos subsisten a duras penas y esperan ser contactados por Antunes, quien contratará los servicios de su Academia Itinerante de Tango. En el departamento contiguo, sin embargo, dos sicarios planean quebrantar su espíritu y forzarlos a aceptar una riesgosa misión. Pero nada es lo que parece, y nadie (excepto uno, y tal vez ni siquiera) es quien es, o quien dice ser.

Lo doble y lo múltiple
Doble Mortal es una obra de siete personajes para dos actores. La acción se distribuye en dos espacios (los departamentos contiguos) pero el tiempo fluye en continuidad, lo que requiere que no se detenga el accionar de los protagonistas a ambos lados la medianera: René y Frank, de un lado, y Fausto y Richard, del otro. En el trascurso de la obra, además, los personajes de uno y otro lado interactuarán también entre sí, con dos “pequeñas” salvedades: una, que a pesar estar todo escrito en español, los personajes de un lado hablan un idioma absolutamente incomprensible para los del otro, y viceversa. Segunda salvedad, que al menos la mitad de los personajes oculta su verdadera identidad.

Génesis y destino de Doble Mortal
Inicié la escritura de esta obra a pedido de dos actores muy singulares que, una vez terminado el primer borrador, abandonaron el proyecto. Digo muy “singulares” porque, entre otras cosas, habían declarado poseer las siguientes habilidades:
Uno, las de acróbata.
El otro, las de bailarín de tango.

Nunca comprobé que eso fuera cierto. Lo que sí está probado, no obstante, es que los notables actores Mario Jursza y Claudio Méndez que finalmente estrenaron la obra no bailan tango ni son acróbatas, déficit que una vez más viene a probar una verdad teatral: el signo escénico “acrobacia” y el signo escénico “tango” que compone la dupla Méndez-Jursza son mucho más atractivos que cualquier pirueta o firulete real.

El espacio vacío y Diego Rodríguez
No. No me di cuenta hasta recién que "El espacio vacío” refiere a un célebre libro del célebre director Peter Brook. Simplemente iba a cerrar esta reseña con una reflexión sobre el director Diego Rodríguez y su uso del espacio vacío, y anoté en conjunto esa frase y ese nombre. Ahora me doy cuenta y lo dejo. Diego Rodríguez dirigió la primera puesta de La pecera en el año 2001. Codirigió en el San Martín Trío para madre, hija y piano de cola en 2005. Esta es la tercera puesta de un texto mío que Diego realiza. Pone siete personajes y una complicadísima trama policial en escena, pero encarnada por sólo dos actores, como en La pecera. Y lo hace en el mítico espacio vacío. Ni el espacio vacío, ni Diego Rodríguez necesitan probar, pero lo hacen, su vigencia y su eficacia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me das verguenza.

Julián Bisbal.

Anónimo dijo...

Ignacio amigo, de campamentos y escenarios, testigo de tu casamiento y hoy de tu blog. Curiosamente ingreso para hacer un comentario y lego que otro, anónimo, dejó uno. No muy valiente es esconderse para agredir lo cual ya habla a las claras de quien es el avergonzante. Ahora su firma tal vez deje entrever de donde proviene. Pero, bue, compadre, todos somos anónimos pero algunos tenemos las bolas de firmar.
Abrazo por este nuevo estreno compartido, Diego Rodriguez