El sábado fui a ver Mísil Children, de Mariana Levy, al Abasto Social Club (Humahuaca 3649). Funciones Sáb 23 hs.
Funes vs Freddy Krugger
Para la reedición en las Obras Completas de su libro Ficciones, Borges escribió un prólogo que contiene una escueta y enigmática referencia a uno de los (grandes) cuentos de ese (gran) libro. El prólogo define a ese cuento –“Funes, el memorioso”– como una “larga metáfora del insomnio”.
Recordamos (o recordemos) el tema del cuento: la memoria y su contracara, la capacidad del pensamiento, esa maravillosa idea platónica de asociarse, no al recuerdo, sino al olvido[1]. La notable conclusión teórica del relato es que sólo se puede pensar si se puede olvidar. La conclusión anímica del lector, levemente metafórica, cambia quizá uno solo de los términos: sólo si se puede olvidar, se puede vivir.
Comprender esta paradoja, no obstante, no implica necesariamente resolver la enigmática relación de la memoria y el insomnio, excepto quizás… Excepto si tomamos en cuenta que el cuento transcurre de noche. Y que en la larga, eterna noche (de la cual el narrador sabe, con horror, que cada efímero momento será recordado) Irineo Funes no duerme. Si recordamos (pero nosotros no tenemos derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) que el memorioso no tiene la capacidad de dormir. Si alcanzamos a intuir que la agotadora vigilia se lleva la vida, la consume sin ningún sueño, sin ningún olvido…
En la curva paradojal que un arco en tensión fuerza, el extremo del insomnio se asimila a su opuesto: la pesadilla.
Síntesis argumental
Three sisters: las hermanas Mísil, contagiadas de insomnio, experimentan sobre el recuerdo con las ilustres armas del relato y con las prosaicas herramientas de la reproducción tecnológica[2].
El eterno resplandor
El modo en que recordamos es, íntimamente, el modo en que vivimos. Este es el tema de Mísil Children, y el del cuento de Philip Dick que Hollywood con extrema pericia transformó en El vengador del Futuro y el tema del gran guión de Charlie Kaufman, Eternal Sunshine of the Spotless Mind –título tomado de un poema de Pope que derrama imágenes–; es el tema de La ciencia del sueño, del director de aquella película, y el de Memento, el temible film del vengador sin memoria; es también el de la frase latina original, memento mori: recuerda que morirás.
No es casual que la chicas escuchen la BBC ni que usen un anacrónico pasacasetes para oír, otra vez, la grabación infantil que menciona los vidrios rotos de la escuela por la bomba en la embajada de Israel.
Memento Mori: recuerda, oh gran general victorioso, que eres mortal[3].
Guitarras y ukeleles
Las generaciones teatrales iniciadas en esta década que termina gustan de la guitarra en su modo lánguido (ver reseñas de Open House y Luisa se estrella contra su casa en este blog) o en su síntesis festiva de cuatro cuerdas (ver Noche Buena). Gustan también, y mucho, del relato incluido en el relato, del juego de contar historias dentro de las historias, variando las técnicas o saturándolas. Mísil Children exhibe la destreza y la disfunción. El juego de “pinocho” es notable –sin riesgo de anticipar lo que de entrada se expone: jugar a adivinar películas mencionando a todos sus personajes con el mismo signo: “pinocho”-. Es la variación sobre la monotonía, el modo de narrar por sobre lo narrado –que es siempre la tristeza, la angustia y la verdad del insomnio–. Como contrapartida, las chicas se graban a sí mismas en video, actuando sus propios recuerdos. Esos acontecimientos, extendidos en el tiempo de la representación, sólo impactan en la cinta del video, que no vemos, y no en las actrices de primer plano (los personajes) ni en el público, que permanece impasible, esperando el comentario.
Dicho de otro modo, el video es el sistema y Pinocho su punto de fuga: el sistema se cierne y se cierra, largamente, sobre la idea del recuerdo –no sobre el acto de recordar–, hasta que activamos la memoria, y podemos entonces referir al menos como añoranza, al olvido.
Youtube
Decíamos en una reseña anterior (sobre B3CK3TT, de Samuel Beckett) que en aquellos tiempos pre-youtube el video difería profundamente del concepto que hoy se tiene, porque nadie, personalmente nadie, estaba en un video on line. A fines de la primera década del milenio todos hemos visto a alguien y hemos sido vistos, y la actuación no puede no cambiar. La extraña languidez del no acting de hace años es estética consolidada, es marca del video de estudiantes subido a la web. Algo funciona mejor, algo rompe la norma sobre el escenario, cuando retorna la intensidad. A pesar de lo breve, a pesar de lo conceptual, a pesar de la idea unitaria presentada en serie (youtube rige), a veces retorna la intensidad…
Fuga(dos)
Las explicaciones no suelen estar a la altura de los enigmas. Sabemos que por más ingeniosa e inesperada que sea la resolución de un enigma policial, si el misterio no tuvo encanto, no hay literatura. La resolución es –debe ser– simple, terrena, lógica. La hipótesis (como en Chesterton, como en Poe o en Borges), magnífica. En Mísil Children, una de las hermanas refugiadas en el ático habla con un acento provinciano, diferente…
Así también la carpa iglú que desde un recuerdo pide ser armada. Es la imaginación, es la imagen, no el objeto, lo que la obra plena de sueños frustrados reclama.
El dulce encanto de un título
Mísil Children. Y la imagen de la chica y la ventana. Y la palmera. Inapelables.
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[1] Solomon saith: There is no new thing upon the earth. So that as Plato had an imagination, that all knowledge was but remembrance; so Solomon giveth his sentence, that all novelty is but oblivion. FRANCIS BACON, Essays LVIII Epígrafe de “El Inmortal”, JLB. [Dijo Salomón: no hay nada nuevo sobre la tierra. Así entonces como Platón tuvo una idea, que todo conocimiento no es sino un recuerdo, así Salomón dictó su sentencia: que toda novedad no es sino un olvido]
[2] Dicho en términos de difusión: “uno no elige como recuerda las cosas”. Dicho en los propios, paródicos términos de la obra: “las minas no tenían nada quehacer y se pusieron a hacer un video”.
[3] Según la tradición, la frase era repetida por un siervo que seguía al gran general romano en el desfile de Triunfo por las calles de Roma.
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