viernes, 29 de octubre de 2010

Sobre el funeral de Néstor

El viernes fui a la despedida de Néstor Kirchner a la Plaza de Mayo, durante el duelo y velorio del ex presidente. Ya volví a casa, pero no del todo. Tanto compartir momentos, no puedo desde este blog dejar de hacerlo. No se trata de una reseña de una obra de teatro, pero sí de un arte de cuerpos y sentidos. Mi homenaje a todos será breve.
El cuerpo y la convocatoria
En una entrada de facebook una joven escribió “Si Néstor estaba vivo y convocaba a la plaza hoy, yo no iba. ¿Por qué? Con él muerto, fui”. Y luego sigue una hermosa reflexión sobre ese ir, sobre ese convencimiento (la pueden leer haciendo click aquí). Sus primeras dos líneas, para mí, resumen en un haiku dialógico todo lo que puedo decir sobre los protagonistas de este tiempo. Una joven que no tenía ni 20 años cuando Néstor asumió comprende y siente el tiempo y el momento, y se convoca.
Era la hora del silencio de los líderes, de los gobernantes y del tiempo. La hora en que los cuerpos de a pie dicen nosotros estamos aquí.
Síntesis argumental (e-mail a una amiga española)
(miércoles/jueves) “Estoy triste hoy, como hace mucho que no. La muerte resignifica la vida. Y la vida resignifica la muerte. Y este triste país que te costaría tanto comprender y que sin embargo es tan sencillo, se resume en lo que está sucediendo hoy, y en lo que sucedió este año, y en lo que sucedió esta década. Un bicentenario que no es nada hasta que miles y miles salen a la calle bajo la lluvia y el frío y arman una fiesta para celebrarse como pueblo, en las mismas calles de la manifestación, de la piedras, el humo y la muerte de tan solo 9 años atrás; un corazón estalla y significa mucho más que lo que su portador sencillamente era. Hay una actitud y mucho para pensar. Por ahora, para sentir. Mientras nuestro vientre cobija vida, y seguimos.”
Bicentenario y funeral y nacimiento
Luna Apolo Álvarez nació en abril de 2008 y a los pocos días una nube de humo de campos quemados se extendió sobre Buenos Aires. Luna creció y se hizo niña, para emoción y felicidad de todos. Y esta tarde de lluvia y despedidas duerme su siestita tranquila.
Para 2011 esperamos (esperanzados) otra vida.

Hoy, viernes 29, no hay función de Postparto

viernes, 22 de octubre de 2010

Sobre OSTENDE, de Sol Rodríguez Seoane

El jueves fui a ver OSTENDE, de Sol Rodríguez Seoane, a Elkafka (Lambaré 866, tel 4862 5439). Jueves 21 hs.

Geografía mutante
Se cuenta que los médanos de la zona de Gesell, Pinamar, Ostende, Cariló –anti-míticos lugares de veraneo y márketing- alguna vez fueron salvajes y móviles. Como en la parábola del Cristo predicador, el viejo Gesell levantaba su casa en la arena, no en la roca, y el sueño se desmoronaba. Aquel médano que al atardecer estaba al oeste, al amanecer se había trasladado. Para poder “fijar” el mismísimo suelo, para detener la tierra móvil bajo los pies, para que prevaleciera la razón robinsoneana sobre el mundo salvaje a conquistar, el viejo Gesell plantó un bosque, quintaesencia de lo ominoso,oscuro, diabólico…

El bosque es tan artificial como un parador de Reebok. Pero su metáfora prevalece.
Síntesis argumental
Una pareja aparenta huir pero inexorablemente llega a Ostente, un bosque ominoso con una casa en su corazón, que es el origen paradojal del misterio. Lo interior, allí, está afuera.

Metáforas
Ostende trabaja por acumulación de metáforas, símbolos y paradojas. El bosque, hiper-presente, es metáfora del extravío –físico, vital, temporal-. El médano, metáfora de la pérdida de referencias. La lluvia, que se condensa en un cuenco de agua real, deviene símbolo, que se acumula a otros símbolos: la puerta, arquetípico emblema del pasaje (subrayado por el ruido ominoso de sus goznes), la peluca –que es la madre-, y la novia, que es la fragilidad, la culpa y el Mal. A esto se suma la interminable y fálica escopeta, que es la preanunciada (desde la primera escena) muerte: así será exhibida, así se narrará.

Paradojas
El mejor funcionamiento de Ostende está en esa muerte. A contrapelo de lo esperable, es una muerte anunciada que sorprende, pues la actitud la desmiente y las dematerializa. Consuma así, en cuatro minutos, lo que sugirió con abundantes palabras durante los otros tiempos del espectáculo: lo paradojal es el principio constructivo (paradójicamente destructivo) de esta pieza. Las paradojas espaciales –esa excelente visión de que llegar a casa es perderse, o perderse es encontrar el propio origen- son el núcleo poético de una autora interesante. Así sus paradojas temporales, que prometen avanzar deteniéndose, comenzar terminando. Así los extremos: Ostende plantea lo mejor al principio, y lo consuma al final. En el devenir…

La personificación de un lugar
En el devenir insiste en anunciar declarativamente sus intenciones. Como si aquella fulminante, funcional, política manifestación de la obra de Lope “Fuenteovejuna lo hizo” fuese un leiv motif inicial y subrayara cada rincón de la pieza: Ostende lo hizo. Los sitios ominosos, que tienen poder sobre los que llegan, esos lugares que transforman, develando quizá una verdad subyacente –el aislado hotel de montaña de El Resplandor es, aquí, el bosque de Ostende- funcionaría en silencio y en secreto. Ostende los enuncia, los declara, los remarca. Quizá –pero cómo plantear una hipótesis seria de una construcción poética con una sola visión de jueves a la noche… - quizá la dirección y el texto se discuten. Quizá no puedo, en este caso, hablar de la obra sino del teatro extendido de esta ciudad y de este tiempo.

La abundancia
No puedo evitar pensar a Ostende como contracara de la notable Áspero, de Santiago Gobernori (click aquí), en la que el director y dramaturgo se propuso elaborar un compendio de procedimientos teatrales del Buenos Aires de fin de esta década y logró un resultado reflexivo y paródico. Sobre la matriz del “ejercicio de estilo”, Gobernori ejecutó una poética. Ostende tiene, quizá, la misma voluntad no enunciada pero, por supuesto, se aleja del ejercicio. Sol Rodríguez Seoane, la autora y directora de Body Art, trabaja esta Ostende a conciencia y desde una conciencia y voluntad de obra. Creo que eso afecta el resultado. La abundancia es un desván donde puede dejarse todo y volcar todo. En este sentido, Ostende es un Áspero no buscado, una suerte de compendio de la realidad del teatro actual de Buenos Aires, donde la abundancia parece, desde el discurso oficial, querer machaconamente imponer una virtud que no es tal, puesto que la cantidad no coincide con el valor, y no todo es algo.

Y aquí dejo de hablar de la obra de Sol, por supuesto, que puede leerse desde el ojo crítico de tantas maneras como miradas hayan, pero cuya voluntad es poética, para hablar del márketing porteño que es sólo eso: una cáscara política desvencijada que ni siquiera es “PRO”, pues PRO solo es un vector de deterioro para la cultura, sino una herencia de la década. El salpicón de mini-obras subsiadadas –obras que en años idos solían encuadrarse en la muestra final de un taller y ahora, en los sueños políticos de un extraviado turista devenido ministro se computan como capital del teatro- no siempre contienen teatro. Tienen un poco de todo y, para mi sorpresa en declive, bastante de nada.

Ostende, en definitiva, toma forma poética con la muerte que es adecuada y bella. Y señala, a su manera (y para mí) que de la multitud (de procedimientos, de obras, de cartelitos en la vía pública), el resto es silencio.

jueves, 7 de octubre de 2010

Sobre EL PORTERO DE LA ESTACIÓN WINDSOR, de Julie Vincent

El sábado fui a ver EL PORTERO DE LA ESTACIÓN WINDSOR, de Julie Vincent, a El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034, tel 4863 2848). Sábados 20.30 hs

El otro, el mismo
El doctor Ángel Virgilio Apolo Ramírez, mi padre, abunda en chistes recurrentes extraídos de la vida cotidiana y, sobre todo, familiar. Tienen la forma de pequeñas anécdotas que rescatan una frase, un nombre, una actitud. Los repite a lo largo de, por ejemplo, una década. Allá por los ochenta solía contar el de Avelino y la tía Norma (marido y mujer, prima de mi madre). Era muy simple. Alguien, cualquiera, le ofrecía más comida a Avelino:

-Che, Avelino, ¿querés más mollejitas? Mirá lo que son…

Y Norma contestaba:
-No, Avelino no quiere.

La forma de este “cuento teatral” llamado El portero de la Estación Windsor está condensada, creo yo, en aquel viejo y querible enunciado de la tía Norma. ¿Quién es el otro, quién soy yo, quién es uno? ¿Quién cuenta mi historia? ¿Quién está en el escenario?

Síntesis argumental
Un viejo exiliado uruguayo vagabundea por los andenes de la Estación Windsor. Cuatro décadas atrás, un joven estudiante de arquitectura milita en la vieja Montevideo. Si el viejo y el joven son el mismo, es porque hay un tren que parte de la Estación Artigas y llega a Montreal. Las vías y los durmientes son palabras, son imágenes, son sentido.

La forma del relato
El Portero de la Estación Windsor es, según su autora y directora, la canadiense Julie Vincent, un “cuento teatral”. El procedimiento escénico lo corrobora: entre el cuerpo y la voz de Manuel Vicente, de permanente (y potente) presencia escénica, y los demás narradores (Silvina Bosco, Mateo Chiarino, Cecilia Cósero), se presenta una historia fragmentada, de imágenes recurrentes y sutilmente modificadas, que abarca cuatro décadas o más, si incluimos la genealogía inmigrante del exiliado. Este relato a público es, por momentos, pura acción escénica entre los personajes. Hasta aquí, la forma clásica de monólogos (estilo “aparte”, comentados directamente al auditorio, quebrando la cuarta pared) combinados con acción.

Y de pronto, “Avelino no quiere”.

De pronto, un narrador que encarna un personaje enuncia al otro, lo torna palabra desde sí, lo articula como otro. De pronto, Silvina que es Claire, la amante en la Estación Windsor, es la relatora de la conciencia de Francisco, a quien comenta, y desde quien comenta. Y entonces, la forma de la obra se constituye en tema. ¿Quién soy yo, quién es el otro, qué es uno, el tiempo y las puntas del arco que lo tensa? Entonces, el orden poético permite, una vez más, aceptar que no hay temas agotados –¿qué pensaríamos con prejuicio de una autora y directora canadiense que, por encargo de dos instituciones internacionales, decide escribir y montar una obra (más) en Argentina (otra vez) sobre un exiliado (más) uruguayo en Canadá…?-

Pero el procedimiento transforma el déjà-vu en visión, en descubrimiento. En signo.

Mijail Mijailovich Bajtín y la narración
Dice el viejo maestro ruso: “todas las definiciones positivas de valores de la dación del mundo, todas las figuraciones valorativas propias de la existencia del mundo, tienen al otro como su protagonista justificadamente concluso: todos los argumentos se componen en torno del otro, sobre él se han escrito todas las obras, se han vertido todas las lágrimas, a él se han dedicado todos los monumentos, todos los panteones están llenos de otros, sólo al otro lo conoce, lo recuerda y reconstruye la memoria productiva, para que también mi recuerdo sobre el objeto, el mundo y la vida se vuelva artística. Sólo en un mundo de los otros es posible un movimiento estético, argumental, de valor propio: el movimiento en el pasado, que tiene su valor fuera del futuro y en que están perdonadas todas las obligaciones y deudas y están abandonadas todas las esperanzas”.

En mi reseña sobre Tal vez el viento (click aquí) hay una suerte de homenaje a la danza, de la que nunca hasta ahora había podido hablar. En la reseña sobre Viaje de invierno (aquí) hay un festejo al canto, una exaltación de lo más físico, corporal, del yo poético. Valga entonces esta reseña como homenaje a la narrativa, el Gran Territorio del Otro, desde este híbrido y amado arte teatral desde el que estamos reconstruyéndolo todo.

Las perlas:

El pájaro enjaulado
El relato de los padres, partiendo de Ángel Virgilio Apolo Ramírez, que al llegar desde su Ecuador natal a Retiro lo primero que hizo fue comerse un kilo de uvas –dice él, quién sabe-, hasta el viejo inmigrante que trajo en el barco un pájaro feo, feísimo y gruñón, estas obras no dejan de hablar de padres e hijos, lo grandes y mutuos “otros” que nos constituyen.

Persecución y vigilancia
La obra tiene muy diversas tramas argumentales; en todas, aún en las más íntimas -psicológicas-hay persecución y vigilancia.

Silvina Bosco
Y sí. Ella es una de las mejores actrices que conozco: lo que puede hacer con la más simple actitud corporal, con una inflexión en el tono de su voz, a mí me lleva las 868 palabras de esta reseña, y más. Pueden ver a esta actriz notable en El Portero… y también en PostParto (click aquí).