lunes, 18 de agosto de 2008

Sobre ADELA ESTÁ CAZANDO PATOS, de Maruja Bustamante


Sobre ADELA ESTÁ CAZANDO PATOS, de Maruja Bustamante

El viernes fui a ver Adela está cazando patos, de Maruja Bustamante, en el Abasto Social Club.

Respetá la siesta
La primera secuencia de la película La ciénaga, de Lucrecia Martel, es difícil de olvidar. Un ruido insistente, como un traqueteo o raspado, acompaña la máscara de dignidad diluida en alcohol de la protagonista, Graciela Borges, mientras avanza a través del calor viscoso de una siesta salteña arrastrando una silla de aluminio con una mano y un vaso de whisky a medio tomar en la otra, por el borde de una pileta de agua estancanda que nadie, en años, se ha ocupado de limpiar. Los vestigios de una posición de poder provincial, en constante amenaza de ser borrado de la faz de la tierra por la bárbara vegetación circundante, están (siempre) por caer –estado que constituye en sí una particular forma de permanencia. La dama decadente se va al piso y el vaso de whisky se le rompe en mil pedazos sobre el pecho; esas heridas, superficiales, indignas, y el acto de levantarse apenas vislumbrado, ponen en moviento toda la película.

Siete años después retornan a un escenario del Abasto muchas de sus imágenes: en Adela está cazando patos, enflaquecida y desplazada al subtrópico formoseño, una familia vinculada al poder practica el mismo movimiento: simular, disimular, ocultar lo indigno y, en este caso, lo criminal. Son notables las similitudes de ciertos tópicos, apenas diferentes o significativamente modificados, entre una y la otra: el ámbito de la caza en los alredores de una quinta, las escopetas infantilizadas –en una, porque las empuñan los niños, en ésta, porque son mujeres inexpertas, que las usan casi como juguetes–. El borde de la piscina, signo de posición social estancanda en aquella y convertida en la sensual, permanente e invasiva presencia del agua en ésta. Y, por sobre todas las cosas, la siesta.

El duende de la noche desplazado
Recuerdo las siestas de mi infancia en un solo gran recuerdo que reúne sucesivos pueblos, todos bajo el rayo del sol. Las siestas de los veranos, siempre siestas familiares, enemigas de los niños. El acto de dormir corrido a la plenitud del día imponía prohibiciones: la prohibición de salir, la prohibición de jugar, la prohibición de hacer ruido. La vigilia misma en esas siestas era ya una transgresión. El reino sagrado del silencio y la quietud insolada desplazaba a lo prohibido el fruto de los deseos y, sin embargo, bajo las sombras de la pereza sucedía todo. Porque si la noche es el “otro mundo” primitivo, el primer contacto atávico con el más allá –el mundo del sueño y de los sueños, el de los duendes, monstruos, vampiros, el de las leyendas; el pálido mundo de la luna, del terror, de la lujuria, el maldito universo de la pesadilla–, entonces la siesta es su deplazamiento pecaminoso.

El sensual mundo de la siesta llama la atención (hasta chocar) en la pantalla de La ciénaga: los cuerpos acalorados y desparramados largas horas en las camas, instauradas como lugar de encuentro e intercambio endogámico. Hermanos, primos, hijos al borde del incesto. La pereza y la lujuria. Este también es el ámbito de Adela está cazando patos, donde la luz del día instaura una permanente sensación de obscenidad. Es en la siesta, en suscesivas siestas, y en virtud de este desplazamiento obsceno de los mundos, donde el gran Fantasma del Padre se le aparece a la Adela-Hamlet como un duende trasvestido, el erótico duendecillo de la siesta.

Síntesis del argumento

Durante los preparativos de su funeral, el padre muerto se le aparece a Adela en forma de duende travesti y la impele a investigar su supuesto suicidio en términos de asesinato. Adela apunta sus sospechas al interior de la familia, comprometida con la corrupción del poder político, e intenta tibiamente reunir pruebas que identifiquen al culpable. Las intenciones se atropellan unas con otras, y de la esencial (hamletiana) imposibilidad de accionar sólo podrá brotar una torpe y confusa venganza.

La novia suicida y los desplazados desactivados
De Hamlet abreva gran parte del argumento, cargándose encima las virtudes y quizás también las vaguedades. Es notable el tono ofendido, querible y detestable de la madre en sospecha, a quien uno desea por siempre culpable aunque no lo sea –una erotizada criatura compuesta por Armenia Martínez, que inicia la obra de piernas abiertas y la cierra dando forma a lo real con su palabra. Y quizás situándose por encima de la obra misma, la novia rechazada y suicida de Iride Mockert, que parece pertenecer a otra obra y sobre la cual, en boca de la madre, el propio texto comenta: “vos no sos el personaje principal”, conscientemente actúa como si lo fuera y arrasa con todos.

El problema, a mi juicio, es que una traspolación del Hamlet nocturno y masculino hacia una femenina siesta formoseña es suficiente para que las piezas del juego exijan un reacomodamiento en función de la totalidad. El tono de Adela es trágico, permanentemente afectado por una dureza que quiere hacer eficaz su duda y su venganza. Pero los demás elementos, o buena parte de ellos, siguen su camino y se desplazan muy por fuera de lo trágico, en un acto que pretende tal vez forzar y trasgredir los propios límites pero que termina haciéndolos girar en ejes separados. El fantasma del padre es el duende de la siesta, pero además es un travesti. Hasta allí, el juego invertido de varón a mujer es coherente con el corrimiento del príncipe Hamlet hacia Adela. Pero cuando la muerte se atribuye a un acto sadomasoquista, en un cabarulo infame, permitida y/o perpetrada por el hijo gay, los “lugares” se independizan del conjunto y se hacen emblemas algo estáticos de sí mismos: las princesas lesbianas, la madre puta, el tío macho-violento que usa o abusa de su pistola. Así, el padre queda prendido a su lugar de “trava” y el (notable) siervo toba a su lugar de exótico esclavo. La canción punk de la novia muerta dice lo que quiere decir pero no lo encarna, y combate contra la seriedad con la que Adela pretende llevar un pedido de investigación, o un llamado a la duda, hasta la venganza.

El bestiario de Cortázar y un pato subtropical
Hay algo esencialmente querible en Adela está cazando patos, y es el gesto de desplazarnos hacia una locación que es tan reconocible para nosotros como ajena. Es como si dijera: el inconsciente urbano (el compendio de las sombras familiares y los fantasmas del civilizado porteño) son el subtrópico argentino. El tigre del bestiario cortazariano, que ronda amenazante las habitaciones de la quinta de la infancia, los patos salvajes, que la mayoría del público nunca vio. El pato de la boda, su cadáver en la bolsa.

Y un punto más al puntaje final por las adorables bolas azules de la pileta–pelotero, toda una invitación a sumergirse (un instante) en aquellas grandes aguas previas a la represión.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ignacio, aunque me gusta que me mandes las críticas, la verdad es que no suelo leerlas porque no hago a tiempo de leer todo, y además me digo que siempre quedan ahí, que cuando quiera ir al teatro entro a tu blog y miro. Sí leí tu crítica a Mujeres en el baño, porque la había visto y me había gustado mucho, y a Adela... por motivos parecidos. Sobre la de Mujeres... creo que estoy un poco de acuerdo con tus objeciones, aunque no del todo. Sobre Adela.., aunque rescatás cosas positivas, me parece que le pedís una coherencia que la obra no se propone, me parece que tu reclamo no es muy justo. Quiero decir: las relaciones con La ciénaga y Hamlet están muy bien, lo de Hamlet, claro, es cuasi explícito, obvio, pero igual está muy bien lo que comentás sobre las inversiones, el travestismo, la mirada femenina, etc. La de La ciénaga no es explícita ni obvia y es sumamente pertinente, además tu relato de esa primera escena de L.C. es delicioso, fue como volver a disfrutar la película casi.

Pero yo creo que Adela... se propone una mezcla bastante bizarra y en un punto suavemente o no tan suavemente paródica, se propone, como todo lo que yo vi de Maruja, una cierta "desprolijidad" pensada desde lo cómico, desde juntar lo injuntable, estéticamente, y eso que vos percibís como una cierta incoherencia entre el planteo trágico y el desarrollo en el que las relaciones familiares entran en una especie casi de sainete postmoderno, es completamente intencional y sumamente audaz, original, productivo.

Si semejante gesto lo hiciera un director de teatro completamente consagrado, de esos de los que se espera genialidad previamente, ¿no haríamos el esfuerzo de ver la mezcla escandalosa, la incoherencia fundante que propone?

Por lo demás, la crítica está bellísimamente escrita.

En fin, claro que de últimas el arte es me gusta - no me gusta, y a veces son mucho más importantes los argumentos estéticos que los juicios de valor. Yo tomaría todos tus argumentos estéticos, incluido el de la incoherencia, pero para mí no organiza un juicio de valor negativo sino al contrario positivo. Creo que Maruja tiene un talento demasiado especial, ¿vos viste "No me iré sin Mirtha"?

Un beso, Elsa.

Estamos siempre dijo...

Crei que no tenia que hablar porque, a pesar de ver que se trataba de una critica negativa, no me conmovio para mal.
Porque tambien creo que esta muy bien escrita y que es una mirada diferente a otras que ya se hicieron "publicas".
Si me causa un poco de gracia que en general los teatristas "los colegas" sobre todo que ya tienen cierta "carrera" se han ido un poco decepcionados, ofuscados o desinteresados. La otra gente en general recibe la obra con alegria y espanto.
O sea, me di cuenta que es todo es mas dificil de lo que uno piensa. Esto con respecto al lado mas ingenuo de lo que pienso.
Lo unico que no entendi es porque todo era visto desde la formalidad mas fria.
A mi me encanta ver teatro, voy al teatro aunque no parezca. Y me forme muchos años (y voy por mas)
La Cienaga es una de las mejores peliculas de los ultimos año en mi parecer. A veces en chiste digo: es de excelencia internacional. Un poema prolijo y escondedor cargado de sutilezas.
Una mirada todavia solapada y dolida de la decada nefasta.
Adela pretendio ser expansiva, compulsiva y sobre todo inclusiva.
Fue escrita con esmero y dedicacion. Con responsabilidad y trabajo.
Quiza aun no este preparada para dirigir, o mi inmadures en este area consiga algun resultado y o crecimiento despues de un transito un poco mas largo.
Me acuerdo el dia que fui a ver La Cienaga. Quede muda en la butaca. Planos acuaticos cargados de un punto de vista original y personal. Se trataba de una mujer la que contaba! Cuantas esperanzas nacieron en mi! Yo soy una persona que ha sido muy marcada por las siestas de Entre Rios y sus camalotes. Por los silencios guardados. Crei que me hablaba a mi directamente, al oido. Pero un señor que estaba dos filas delante mio dijo:- esto es una verguenza, esta es la gran pelicula de la que tanto me hablaron? quiero mi plata...
Yo no entendi. Me parecio un señor con muy poca sensibilidad. Me parecio un señor negador. Y me dio lastima que las manifestaciones artisticas tuvieran que ser mas explicitas para poder comunicar. En el teatro pasaba lo mismo, el hermetismo reinaba y la no actuacion era la manera mas facil de poner en "mismo codigo" a los actores. Porque el orden, la forma y el aparente buen gusto eran las reinas. Habia plata, se podia enarbolar el discurso de producir para los que entienden y no para "todos". Porque "todos" son unos "grasas" y estan "perdidos".
A veces me da miedo el teatro expulsivo. No porque me expulse a mi. En realidad no se bien porque. Dudo.
Quiero cruzar eso. Ese es mi humilde objetivo. Cruzar lo inclusivo con tener algo para decir. Comunicar un punto de vista.
Hoy hacer teatro me resulta un infierno. Una artesania sinsentido. Una manualidad que me coloca en mi mas luminoso centro. Una actividad perfecta y unica. Mi vida. Una carcel de pelotitas azules y hamacas donde comer helado de dulce de leche.
Mi hoyo deprimente.
Mi casita de muñecas.
No soy sutil ni ordenada.
Soy voluptuosa.
Soy nostalgica.
Mi busqueda tambien es desordenada.
Pero nada esta al azar.
Y cada dia trato de hacerme mas comprometida con la busqueda.
Tirarse a chanta es la raiz que me dio mi patria, lucho con ello y me cuesta como a todos.
NI las reposeras ni la pileta ni una olivia sobreactuada en su neurosis ni un fantasma de un padre ni sus mandatos ni mi litoral querido ni mi hermano aun mas amado ni mis juegos ni mi falta de respeto ni mi desconcierto con respecto a la actuacion son azar.
Quiza el capricho de una joven que de repente se dio cuenta que era una teatrista. Una mujer iniciada en el amor mas grande.
Una amante del arte mas rustico y romantico que nos queda.
A la sombra de la poesia.

Gracias Ignacio Apolo.
Nunca pense que tantas personas tan talentosas se sentarian a ver una obra mia ni que esas personas dedicaran tiempo a hablar sobre ella.
No es una ironia.

Tengo mas preguntas que respuestas.
Saludos.
Maruja

Estamos siempre dijo...

fe de nervios: cometi muchas faltas de ortografia que me estan volviendo loca, perdon

estaba nerviosa
las excusas no se filman

Ignacio Apolo dijo...

Sentarse a ver y pensar la pasión y la dedicación de los otros es un honor. Gracias Maruja por tu obra. Y por tu texto en mi blog.

darío dijo...

Fui a ver dos obras en las cuales actuaba ella (Mother de Mariela Asensio y otra que dirigió Dani Umpi) y ésta. Por así decirlo, todas me resultaron desprolijas, anárquicas, grandilocuentes en sus propósitos, pobrísimas en sus resultados.
Maruja -particularmente en Mother- me parece una actriz del montón. Y ahora recuerdo haberla vista en Casa Suiza unos años atrás... y es más de lo mismo.
Todo el mundo ve un diamante en bruto.
Percibo a una actriz sobrevalorada. Con los mismos ticks de Casa Suiza transplantado al Teatro del Pueblo y en el Rojas.
Maruja siempre hace el mismo personaje... y en el peor de los casos, de Maruja.